Sería una tautología expresar que toda transición política es cambio, sin embargo, lo que vive Veracruz no precisamente está evidenciando dicha sentencia. Los espectadores estamos frente a una densa estrategia por el poder, donde lo que se cincela -y no precisamente se esculpe- es el cuerpo institucional.
Los que hoy ganaron y arrebatan, mañana serán pasado, como los que ayer tenían todo el poder y parecían imparables. Ése estilo arquitectónico que condensa un negro espíritu político, no nos deja de enseñar que todo es dialéctica; por ejemplo, lo que para unos es lucha, para otros en términos prácticos es un atentado a la institucionalidad.
Cierto es, que la historia contemporánea nos arroja que ningún cambio positivo se gesta a partir del arrebato gubernamental. Sobre todo, ante una sociedad agrietada, cansada y escéptica de las posibilidades de avance.
Aunque es cierto, que desde el momento en que la nota es lo que vende, la política cortoplacista se basa en los bandazos, movimientos bruscos dados de un lado para otro. Dice Concheiro, “el tiempo de los políticos ya no es eterno”. Viven conscientes de su propia fugacidad y de la fragilidad de su poder.
Menos de un mes para que termine un ciclo tumultoso que se asemejaba al tiempo en el agua de la clepsidra. Conspiración, ficción y alianzas dignas de una novela histórica sobre la decadencia romana, hoy son lo cotidiano.
Dichos elementos erosionan la memoria, ya que las situaciones que en el ayer causaban asombro, en el presente son tomadas como un suceso más, alcaldes entrando al recinto del ejecutivo, cual caballo de Troya, ya no asombran, pasan los días y la noción de novedad ya no impacta. Secretarios de despacho aceptando el ejercicio opaco de recursos etiquetados, ni qué decir.
Las noticias versan sobre lo que acaba de suceder, sobre lo cambiante. Cada evento sucumbe en una oleada de imágenes y palabras; lo que sería tesón, parece ahora un hecho de Marketing más.
Pero ambos frentes se les olvida, que todo tiempo político, y todo tiempo económico cuenta con retos particulares, por lo que comenzar a trabajar ahora, lograría dilatar su existencia.
Sino, todo será una especie de amnesia, donde se merma la confianza; sobra decir que en una sociedad acelerada y reactiva no hay confianza económica ni política, porque estas se ganan con el tiempo y cuando se tiene certeza de lo que vendrá.
Una forma de gobernar arraigada en el imperio de la discrecionalidad se va, y se pasa a una encadenada al golpeteo. Una espiral que, igual que en la rebelión en la granja termina dejando a todos peor, ya que los cerdos de ambas granjas destronan al dueño y saquean a toda la granja (convencionalidad social).
Veracruz vive tiempos difíciles, y quienes tienen el usufructo social, no dan halito de certeza.
Recordando:
Que la transición fortalezca un bien superior, llamado: Veracruz.
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