Para entrar había que pasar cuando menos un par de filtros de seguridad y no se podía acceder ni siquiera con encendedores.
El ambiente, obviamente, era solemne y lleno de señales políticas, desde cómo saludaba el Presidente, la calidez de los abrazos, en dónde sentaban a cada funcionario… todo, absolutamente todo era digno del análisis.
Ahora, las visitas de Andrés Manuel López Obrador han terminado con todo eso. No hay un gran despliegue de seguridad (aunque sí lo hay y no es cierto que se deje al “pueblo bueno” el cuidado de AMLO), no llega en helicóptero, no hay filtros de seguridad y entra quien quiera entrar.
Todo esto da luz y sombras. Para empezar la seguridad de los eventos deja mucho que desear, pues bien puede entrar alguien con un encendedor como con un arma de fuego y nadie se daría cuenta. No hay tampoco señales políticas claras.
Los funcionarios del gobierno de Veracruz ni siquiera son colocados en primera fila sino que son enviados a gayola.
Los eventos presidenciales de ahora parecieran más eventos Montessori que las fiestas políticas por excelencia de antaño.
Eso sí, el contacto con la población es más real, más honesto y mucho más económico.
Dos formas de hacer política. ¿Cuál le gusta más? |