La agresión se pudo dar, principalmente, porque el presente gobierno ha sido atípico en muchísimos aspectos. Anteriormente era normal que la sociedad aceptara o rechazara al Presidente, pero hasta allí… ahora, hay una sociedad que adora o que odia al Presidente. Hay pasiones alrededor de su figura, hay quienes creen ciegamente en sus dichos y quienes lo vomitan.
Esta polarización no era tan marcada anteriormente.
La agresión se pudo dar, porque ya no hay un Estado Mayor Presidencial que lo proteja de una forma tan estricta como antes lo hacía.
Ya no se ven atrás del Presidente a los militares con maletines que hasta desactivaban drones… que el Presidente se hubiera bajado de una camioneta a, literal, tiro de piedra de manifestantes furibundos, hubiera sido impensable hace apenas seis años.
Sin embargo, a esto y más se ha expuesto AMLO y ni modo, como dirían los clásicos, ahora la beben o la derraman.
La enorme diferencia estriba en que no hubo represión contra quien lanzó el botellazo. En tiempos pasados, ni bien hubiera tocado la botella el piso, ya le hubieran caído a sanjuanazos a quien la tiró y ahorita estaría siendo dulcemente resguardado en alguna cómoda celda de alguna cárcel mexicana.
No nos referiremos aquí de si hay o no motivos para estar enojados con el Presidente… de si es objetivo o no, señalarlo como Dictador. Solo se apunta que un botellazo, realizado con tanta facilidad, no hubiera sido posible en los sexenios de Peña Nieto para atrás.
Este acercamiento de AMLO con la ciudadanía ha sido inédito, pero tal vez va siendo hora de reflexionar si es lo correcto, en términos de seguridad nacional. |