La lactancia materna es la forma ideal de aportar a los bebés los nutrientes que requieren para crecer y desarrollarse de una forma saludable. Tal es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses, para posteriormente complementarla con los alimentos apropiados a cada edad del lactante. Y es que la leche materna no tiene rival: es inocua y aporta los nutrientes necesarios y anticuerpos que protegen al bebé frente a distintas enfermedades. Unas bondades a las que se aúna, como muestra un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Oxford (Reino Unido), su capacidad para corregir los defectos funcionales y estructurales de los corazones de las personas nacidas de forma prematura. Como explica el doctor Adam Lewandowski, director de esta investigación publicada en la revista «Pediatrics», «incluso las mejores leches de fórmula carecen de algunos de los factores de crecimiento, enzimas y metabolitos que la leche materna procura a los bebés en desarrollo. Y como muestran nuestros resultados, también en aquellas personas cuyo nacimiento prematuro afectó de forma inevitable a su desarrollo, la lactancia materna mejora el desarrollo de sus corazones». Minimizar el daño Entre otras consecuencias, los partos prematuros –esto es, antes de alcanzar la semana 37 de gestación– conllevan que los corazones de los neonatos no se desarrollen de una forma totalmente adecuada. En consecuencia, y como ya demostrara una investigación previa de los mismos autores, los corazones de las personas nacidas prematuramente tienen, ya alcanzada la edad adulta, cámaras más pequeñas y paredes más delgadas, por lo que su funcionalidad es más limitada. Sin embargo, es más que obvio que este desarrollo anómalo del corazón tiene lugar mucho antes de llegar a la edad adulta. De hecho, se produce durante los primeros meses de la vida del bebé. Entonces, ¿no hay nada que podamos hacer? Pues sí, dado que el desarrollo del corazón está directamente condicionado por la alimentación. Y partiendo de esta premisa, los investigadores quisieron evaluar el posible beneficio de la lactancia materna sobre el desarrollo coronario con los participantes de su primer estudio. Como apunta Adam Lewandowski, «ya contábamos con datos sobre los regímenes de alimentación en niños prematuros de los más de 900 individuos seguidos desde su nacimiento en nuestro estudio anterior, iniciado en 1982. Así, invitamos a los participantes para que se sometieran a un completo análisis cardiovascular con objeto de investigar el efecto a largo plazo de los diferentes regímenes de alimentación sobre desarrollo del corazón». En total, 102 de los participantes del estudio original, ya veinteañeros, se sometieron al análisis cardiovascular. Y asimismo, los autores reclutaron a otros 102 individuos nacidos a término e igualmente en la veintena para establecer cómo debería ser un corazón con un desarrollo ‘normal’. Mejor que las fórmulas Los resultados mostraron que las personas que habían nacido de forma prematura tenían corazones con un volumen y funcionalidad menores que los de los nacidos a término. Y lo que es más importante, que estas diferencias en la estructura y funcionalidad coronarias eran mucho menores en los prematuros que habían sido alimentados con leche materna. De hecho, y por lo que respecta específicamente a los prematuros que fueron alimentados con una combinación de leche materna y leches de fórmula, los resultados mostraron que cuanto mayor era la mayor proporción de leche materna en la alimentación, mejor eran la estructura y funcionalidad del corazón ya alcanzada la edad adulta. Como concluyen los autores, «una vez analizados otros factores que podrían haber tenido una influencia sobre la funcionalidad y el volumen del corazón, los resultados muestran que, comparadas frente a la leche de fórmula, la lactancia materna y la cantidad de leche materna en la dieta se encuentran claramente asociadas con un mejor volumen y funcionalidad del corazón». |