Como quien iba al médico porque su hijo tenía un “tic”, ahora este no puede dejar de mirar el móvil. ¿Sus síntomas? Cambios de humor, aislamiento de los demás o problemas a la hora de relacionarse. Los adolescentes son las personas con mayor riego de desarrollar esta adicción.
Los grupos de apoyo y clínicas de desintoxicación para los tecno adictos están en auge, allí estas personas pueden recibir tratamientos similares a los que recibiría una persona drogodependiente. Para la mayoría de ellos el smartphone dejó de ser una herramienta para convertirse en una dependencia. Se desarrolla de forma paralela a la adicción a las redes sociales o servicios de mensajería instantánea entre otros. Está al alcance de medio mundo y tiene una capacidad increíble de abstraernos de la realidad.
Desde hace unos años algunas ciudades como Londres, San Francisco, Barcelona o Nueva York acogen sesiones de desintoxicación donde desconectar del agobio y la saturación. Unas reuniones sin otro objetivo que el de concienciar acerca de la sobreexposición al teléfono móvil.
Rememoran un tiempo en el que esos pequeños aparatos no interrumpían una conversación entre dos amigos. En el que no llevarlo no suponía ningún tipo de ansiedad, ni ningún tipo de miedo sobre qué nos habremos perdido durante ese tiempo de desconexión. Por su accesibilidad va camino de superar a otras adicciones como el alcohol o el tabaco. Hace sólo un par de años que el número de líneas de teléfono superó al número de personas.
El problema reside en que no son precisamente pocas las personas que tratan de auto convencerse de que son invulnerables y no se engancharán, sin darse cuenta de que las adicciones no son algo que se pueda negociar. Puede que esa adicción se haya extendido poco a poco dentro de quienes olvidaron que la desconexión puede hacernos conscientes del aquí y ahora.
Gonzalo López Menéndez
Periodista
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