La reestructuración de la deuda bancaria del estado, que asciende a 42 mil millones de pesos, es imposible de evitar, a menos que se quiera terminar de quebrar a la administración estatal, lo que tendría gravísimas consecuencias no para los actuales gobernantes y la clase política en general, sino para la población de a pie.
Los partidos de oposición, encabezados por el PRI, lo saben bien, pero prefieren estirar la cuerda para sacar provecho político y obligar al gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares a ceder y concederles distintos privilegios, aunque eso implique que se sigan acumulando intereses y que el estado esté a un paso de la total insolvencia.
Y por su parte, el Ejecutivo estatal se niega a transparentar lo que hará con los recursos que tendrá a su disposición al disminuirse la carga de pagos mensuales por servicio de deuda que implicaría la reestructuración, lo que coincidiría, curiosamente, con las próximas campañas municipales.
El caso es que ni se aprobó todavía la reestructuración de la deuda estatal ni se llegó a acuerdo alguno para salir del atolladero financiero, pues simple y llanamente, a los diputados les interesa más el espectáculo que les reporte dividendos políticos, que el bien de Veracruz.
Así, vemos a los panistas rasgándose las vestiduras porque los demás los “bulean”; a los priistas chantajeando para obtener más dinero, canonjías y hasta candidaturas; Morena oponiéndose por sistema a todo, pero sin proponer absolutamente ninguna salida que no sean las “fórmulas mágicas” de la “prestidigitación” lopezobradorista. Y el resto, haciéndose pendejos y cobrando sus dietas sin hacer nada por la población del estado, que es la que termina pagando, como siempre, los platos rotos de la irresponsabilidad y voracidad de una clase política estulta.
Bien los definió la propia presidenta de la mesa directiva del Congreso del Estado, María Elisa Manterola: no es más que un pinche circo.
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