Optó por romper paradigmas, desertó del PRI, cambió de partido y obtuvo, en 2010, la candidatura por el PAN. Lo derrotó Javier Duarte de Ochoa, con todo el respaldo político y económico de Fidel Herrera.
Participó una vez más, en 2016, postulado por el PAN y el PRD y, por fin, alcanzó su ansiado sueño: la gubernatura… de 2 años. Venció a sus acérrimos adversarios, Duarte y Fidel.
Dos años son insuficientes para dejar huella política profunda, así que decidió heredar el poder por 6 años más a su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez. Fracasó. Fue arrasado por la incontenible ola de MORENA, Andrés Manuel López Obrador y Cuitláhuac García Jiménez.
Le pasó lo que a la mayoría de los políticos en campaña: prometió de más y al acceder al cargo descubrió que le sería imposible cumplir su palabra. Ahora no sabe cómo salir del atolladero en el que él mismo se ha sumergido.
Abrió frentes de guerra innecesarios por doquier y lo que le sobran son enemigos, que están listos para cobrar elevadas facturas. Algunos de éstos quisieran verlo tras las rejas… como a Duarte.
Entre los agraviados figuran López Obrador y Cuitláhuac García, a quienes ofendió públicamente en varias ocasiones. No tomarán venganza política ni personal pero dejarán que se aplique la ley en caso de que Yunes haya incurrido en delitos graves.
Los veracruzanos lo reprobaron en las urnas al no votar por su hijo para gobernador. Hay quienes opinan que el estado se encuentra peor que en tiempos de Duarte. Otros afirman que la situación ha mejorado.
Si el presidente Enrique Peña Nieto está en su nivel más bajo de popularidad, habría que ver cómo le iría en una encuesta a Miguel Ángel Yunes Linares como gobernador saliente. |