Hasta el sexenio pasado era impensable que un presidente recibiera en el Palacio Nacional a un delegado de cualquier Estado y menos que se reuniera a trabajar con todos ellos. Los únicos que tenían ese privilegio eran los secretarios de despacho y algunas veces los gobernadores, cuando era necesario.
En la reunión del martes no estuvieron ni unos ni otros. Se acabó la estructura piramidal de jerarquías y AMLO decidió ensanchar la base en la que se apoya en los estados con sus operadores directos, los hombres en los que confía para hacer reales y efectivos sus programas sociales.
El hecho de que a Huerta no lo hayan relegado hasta el último rincón de la mesa sino que lo hayan colocado relativamente cerca del presidente tiene una lectura política: muestra la jerarquía que tiene y la importancia que le dan a Veracruz, pero también refleja su cercanía con el jefe político de la nación.
Ya se sabe cómo se maneja el protocolo en la organización de ese tipo de reuniones: se revisan nombres y se otorgan lugares, es decir, no llegan los participantes y se sientan donde quieren. No fue casual, pues, que al delegado de Veracruz le dieran un sitio preferente.
Al presidente le interesa mucho Veracruz, está preocupado por Veracruz. Hoy se sabe que no está ni confiado ni atenido a lo que hagan el gobernador y los presidentes municipales de su partido. Él personalmente dispone y supervisa y opera a través de personas en quien confía.
Eso explica porqué la subsecretaria de Bienestar (antes Sedesol), Ariadna Montiel Reyes, ha venido ya en dos ocasiones en este mismo mes al Estado y no se ha reunido ni ha encabezado un acto con el gobernador Cuitláhuac García Jiménez sino que se ha limitado a su trabajo en la esfera federal: comprobar que Manuel Huerta está haciendo su trabajo, de lo que solo ha dado cuenta a la secretaria del ramo y al presidente.
Han cambiado las cosas, pues. Antes había delegados federales por cada dependencia y el de Gobernación coordinaba a todos, y cuando iban al altiplano, con el más alto funcionario con el que se reunían era con el titular de la Secretaría respectiva para una reunión de trabajo. Muchos eran recomendados del gobernador en turno y otros amigos de funcionarios federales. Ahora solo hay uno nombrado directamente por el presidente y ante él responden y con él se reúnen en Palacio Nacional, ya no los gobernadores.
Las dos últimas veces que el gobernador del Estado ha estado en el Palacio Nacional ha sido, una porque lo mandó traer la secretaria de Gobernación y otra porque asistió a una reunión con empresarios y representantes de dependencias federales, junta que le armó César Yañez Centeno.
A Yañez lo conocen ahora en el gabinete federal como “El Fantasma” porque luego de que pintaba para ser uno de los funcionarios más fuertes en el gobierno de AMLO, tras su boda fifí de escándalo en Puebla, que le valió muchas críticas al tabasqueño, al final le dieron solo el cargo de Coordinador General de Política y Gobierno y nomás no se ve. Él es quien recibe al gobernador de Veracruz cuando este va y en su oficina se realizó la reunión a la que me refiero en el párrafo anterior.
Manuel Huerta, pues, goza de la cercanía y de la confianza del presidente y es el único responsable de los Programas Integrales de Desarrollo, de los programas federales en el Estado, en los que la administración estatal no toca ni baranda. Él es el verdadero equilibrio al gobierno cuitlahuista y tal vez tiene tanto o más poder que el propio gobernador por los programas que maneja. Sobre todo tiene la confianza del presidente. Pero se maneja con muy bajo perfil.
Veracruz tiene características políticas especiales y quiero creer que el presidente le está apostando todo ya no a lo que hagan el gobernador y su administración sino a fortalecer su gobierno con los programas sociales entre el pueblo. En la estructura federal hablan, repiten, machacan con “el pueblo”; que todos sus logros los van a tener con “el pueblo”. Lo dicen en serio, lo creen. Acostumbrados como estábamos –o al menos yo– a escuchar a los políticos priistas a hablar del “pueblo” demagógicamente, como que hasta duda uno cuando los escucha.
Me ha estado llamando la atención que cuando les pregunto por el gobernador, prefieren no decir nada de él, ni bueno ni malo aunque a veces por sus gestos parecieran decir que de él mejor ni hablar.
Pero así como no hablan de él pareciera que no les interesa lo que haga o deje de hacer y que lo único que les importa es lo que ordena el presidente.
Esta nueva tendencia parece apuntar a un muy fuerte centralismo en la toma de decisiones y a la irrelevancia política de las figuras locales, con la excepción de Manuel Huerta por las características especiales de la encomienda que tiene y porque, al menos por ahora, es el único que tiene acceso al Palacio Nacional y al propio presidente.
Me queda claro que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez, aunque le pudo haber tocado a otro cualquiera, ya no tiene ni tendrá los fuertes apoyos de que gozaron antecesores suyos cuando el presidente era de su propio partido, apoyos que además sirvieron para hacer muchos negocios y enriquecer a muchos. AMLO concentra ahora todo y lo supervisa personalmente. Al menos, ahí sí se nota el cambio. |