Un día después, el jueves, en el Auditorio Nacional, de hecho, también, hubo otro predestape, que hizo un conocido nuestro: Cuitláhuac García Jiménez. Exultante, eufórico, el gobernador de Veracruz se volcó en elogios a favor de otra presidenciable: Claudia Sheinbaum. “Es de los mejores perfiles que tenemos, es una excelente mujer”, según vi y escuché en un tuit de Forbes México. La defendió por lo ocurrido en la línea 12 del Metro que, dijo, fue “circunstancial”.
Ese día, en el tercer aniversario del triunfo electoral de López Obrador, morenistas repudiaron a Mario Delgado, de la corriente de Marcelo Ebrard, y pidieron su renuncia como líder de Morena por la derrota que sufrieron en la Ciudad de México.
Ni un mes había transcurrido, pues, cuando emergió en forma pública el futurismo presidencial en el partido en el poder. Ni el PRI, en sus días de esplendor, llegó a ocurrir eso. Ahí los nombres los soltaba el presidente cuando quería, con lo que echaba a andar la especulación y hasta lo convertía en un ejercicio de entretenimiento, de especulación, pero también de distracción de los grandes problemas nacionales.
El presidente priista en turno jugaba con los aspirantes, soltaba los nombres porque quería saber como se comportaban o el tamaño de su ambición, pero él desde siempre tenia ya visualizado quién lo iba a suceder; nunca perdía el control y, llegado el momento, soltaba las palabras mayores, como diría Luis Spota.
Ahora, para completar la lista, el otro visible aspirante, quien no se ha predestapado ni lo ha predestapado ningún amigo, partidario o simpatizante suyo, ni se va a mover (eso creo), es Marcelo Ebrard. Parece ser que, al mejor estilo priista, se va a mantener al margen, no va a caer en el manoseo de nombres, porque como buen priista sabe que por más que haga, salte, brinque, se pare de cabeza, el único que va a decidir, o que ya tiene visualizado quien es el mejor para sucederlo, también como buen priista que es, es Andrés Manuel López Obrador.
Para nadie es un secreto que Cuitláhuac forma parte de la corriente de la señora Sheinbaum. Quedó de manifiesto cuando el diario Reforma reveló el audio de una reunión de personajes de Morena (Alfonso Ramírez Cuéllar, Bertha Luján, Clara Brugada, la Sheinbaum y Cuitláhuac) para apoyar a Muñoz Ledo, para quien se le estaban “metiendo recursos”. Perdieron.
En su tiempo, ningún gobernador priista se hubiera abierto en público hacia algún aspirante, aunque tuviera su candidato y lo apoyara subrepticiamente. Sabía que si no acertaba el costo sería de seis años en la banca, si no es que de seis años en el ostracismo total.
El juego en las grandes ligas, forzosa y necesariamente se habrá de desdoblar al terreno local. Por ahora no se ve que Monreal tenga equipo fuerte en Veracruz, por lo que la disputa quedaría entre la señora Sheinbaum, apoyada por el cuitlahuismo, y Marcelo Ebrard, con el respaldo de la poderosa corriente del delegado Manuel Huerta que, según tendría yo entendido, luego de la elección se hará sentir más.
¿Qué eso implica división y guerra? Sí. Y será a morir.
Pero lo que le dijo el presidente a Monreal aplicaría también para Veracruz. Para el relevo en la gubernatura habría piso parejo y el “bueno” será quien esté mejor posicionado, por lo que habría que incluir a Rocío Nahle, Ricardo Ahued y Manuel Huerta, por ahora, con una pequeña diferencia: que Manuel ha estado y está muy cerca del ánimo de AMLO, pertenece a la corriente del dirigente nacional Mario Delgado, esto es, a la de Marcelo Ebrard, y es el más conocido y mejor calificado, según lo demostraron encuestas pasadas, lo que atribuyo a una simple razón: es quien reparte los millones y millones de pesos en apoyo de los programas sociales.
Manuel es callado, habla solo cuando se topa con reporteros, a los que atiende siempre, no le gusta publicitar su trabajo, pero al día siguiente de la elección ya estaba trabajando y desde entonces no ha dejado de recorrer un solo día el estado (cuando he querido hacerle una consulta lo he localizado en algún punto de la entidad, como la semana pasada cuando primero lo encontré en Cazones y más tarde en Pánuco, “cumpliendo las instrucciones del presidente de mantener viva y activa la estructura de trabajo”).
El gobernador, pues, ya dio luz. Acaso se precipitó. Porque de ahora en adelante los competidores de su jefa Sheinbaum y a él mismo intentarán hacerlos tropezar o les restarán apoyos. Creo, casi estoy seguro de que la que viene y veremos será una lucha descarnada por la presidencia y la gubernatura en 2024. Un detalle que no se debe pasar por alto es que en diciembre próximo Cuitláhuac iniciará ya la cuenta regresiva y conforme transcurra el tiempo va a ir perdiendo fuerza.
Otro riesgo que corre es que el presidente no opte por Sheinbaum y él quede en fuera de lugar, como le ocurrió a Irma Eréndira Sandoval por tratar de impulsar a su hermano Pablo para la gubernatura de Guerrero, lo que al final le costó lo Secretaría de la Función Pública. |