Estas ruinas que ves, no siempre fueron los temblorosos guijarros que ves hoy. Hace poco más de cinco años, estas ruinas eran un castillo, una fortaleza o un bastión. Pocos recelaban y muy pocos hablaban mal de ellas. Corría diciembre del 2010, y 16 hombres y 3 mujeres, tomaron protesta junto a Javier Duarte de Ochoa. De esas diecinueve personas, hoy, no queda nadie.
Las galerías del Palacio se han llenado de fantasmas. Algunos son espectros que deambulan dejando tras de sí, olores putrefactos y pieles erizadas; otras, son almas en pena que no fueron comprendidas, y que murieron sin la extremaunción, obligadas a vagar por toda la eternidad por sombríos senderos.
En el Capítulo 3 de Romanos se establece que “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno… todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”.
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Pero ¿Podremos calificar con esa misma vara religiosa al equipo político primigenio de Javier Duarte? Hay personas que podrían decir que sí, que justo no hubo ni uno. Hay periodistas que no chistan en afirmarlo. Una gran parte de la sociedad considera que la misma vara aplica, porque para miles, justo no hubo ni siquiera uno.
No obstante, recordemos que el beneficio de la duda no solo se le dio a Javier Duarte, quien en aquella invernal fotografía del 2010, en su Toma de Protesta se ve feliz, radiante, con un brillo especial en los ojos, el resplandor de tener la vida por delante. El beneficio de la duda se le dio a Duarte y a diecinueve colaboradores más, que poco a poco les fue pasando lo de la canción de los perritos y al término de marzo del 2016 ya sólo le quedaba uno.
Algunos renunciaron, otros cayeron en la ignominia, y en general, podría decirse que se perdieron en la desgracia. Pero no, no fue así. De los diecinueve, salvo dos o tres, todos siguen en activo. Algunos son diputados, otros recién están o estaban en delegaciones federales, unos más en funciones del Partido y los menos en puestos federales. Entonces ¿Fallaron? A los ojos de Saurón, no lo hicieron… por cada orco que cayó, uno más se levantó.
No son pocas las voces que desean que éste sea el final de la era de los señores oscuros y que por fin se levanten los Elfos o los Hombres de la Tierra Media y que con un viento indescriptible, barran con los últimos vestigios de estas ruinas que ves.
Pero la pregunta sigue en el aire ¿De todos ellos no hubo siquiera uno que valiera la pena? ¿No se salva aunque sea uno? Tal vez Usted, bien querido lector lectora, sea de aquellos que en las redes sociales despotrican y se quejan; sus razones tendrá. Pero de este Gobierno, luego de poco más de cinco años, algo bueno debe haber, alguno de ellos se debió salvar. Me niego a ser de aquellos que gustan de ocupar los términos “todos”, “ninguno”, “nada”, “absoluto”.
Atrás están quedando esas ruinas. Al frente, vemos nuevos ejércitos que se aprestan a luchar por la Comarca. Al final de este año, alguno de los siete candidatos a Gobernador se estará tomando la primera fotografía oficial en Palacio de Gobierno. Sería bueno pensar, por tanto, que el próximo gobernante no hará todo en soledad, que estará rodeado de una veintena de funcionarios públicos de primer nivel que esperemos no se sumen a la cauda de fantasmas y espectros que las anteriores administraciones han ido dejando.
Un famoso político mexicano dice “…pero soy optimista”, y yo también quiero ser optimista: algunos de esos funcionarios debieron ser buenos funcionarios; cosas buenas se debieron haber hecho; en muchos indicadores socioeconómicos debemos estar mejor que hace seis años; obras nuevas debe haber regadas. Me quedo con esto, aunque no sea el panorama que soñamos, ni el que merecemos, ni el que nos prometieron en campaña. Porque nos vendieron un castillo con princesas y guerreros, y en cambio parece que nos están dejando, como escribiera Jorge Ibargüengoitia: “ESTAS RUINAS QUE VES”. |