Es tiempo que terminen las diatribas y las ofensas que han brincado las trancas del territorio nacional. Durante este proceso electoral, Veracruz fue el modelo la barbarie política, de una polarización dañina para reencontrar el camino del desarrollo y las instituciones. Y todos los partidos y actores tienen responsabilidad.
Pero todo eso debe parar.
En esta semana, el remanso político en que normalmente se convierten los periodos de la contabilidad electoral, ha sido todo lo contrario. Nuevas navajas se afilan, nuevas diatribas se ponen en la mesa y se acumulan a lo mucho que se dijo en la campaña política.
Es momento de que las cuentas se pongan en tinta y papel, que se pongan en blanco y negro, y que se sellen para siempre con anillo en cera. El ring popular y mediático, en caso de ser necesario, debe convertirse en un ring judicial.
No hay que olvidar que faltan 6 meses de gobierno, hay mucho que hacer aún.
La Auditoría Superior de la Federación que tiró la piedra y escondió la mano, que habló en lugar de actuar, dejó la víbora chillando con sus declaraciones mediáticas y ya es tiempo que dé la cara. Es tiempo que se aclaren los rumores y se dé paso a la aplicación de la ley para castigar o para la exoneración, pero ya, esto urge señor Presidente, porque mientras la Federación no actúe y determine responsabilidades, no sólo está en entredicho la honorabilidad de un Gobierno Local, sino también se empaña la eficacia y voluntad de un Gobierno Federal que actúa a capricho y acorde a los tiempos electorales.
Urge antes que haya mucho más que lamentar. La justicia debe ser aplicada por las instituciones para regresar a la paz y la sana convivencia entre los veracruzanos. Las caras deben quedar limpias y bien lavadas, o manchadas de por vida con el oprobio y la vergüenza.
Las indefiniciones federales han causado demasiado daño a Veracruz. La Federación no ha cumplido su función y tal vez sea tiempo de que el presidente Enrique Peña Nieto, se acuerde, aunque sea al cuarto para las doce… que Veracruz existe. Veracruz respira y no sólo es un receptáculo de votos. No es una bolsa oscura de la cual se sacan beneficios y jamás se pone orden.
A nadie conviene el desgaste institucional y, en Veracruz, la verdadera guerra no ha terminado… apenas ha comenzado. |