Muchas organizaciones, como la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONODC), piden una reforma penitenciaria y alternativas al encarcelamiento derivadas de un cambio de las políticas penales. Además, la apertura de las prisiones a organizaciones no gubernamentales (ONG), medios de comunicación y sociedad, es imprescindible para concienciar del problema y es tarea pendiente en muchos países de América latina.
Unas cárceles más abiertas supondrían, sobre todo, una mayor visibilidad y conciencia de las malas condiciones de vida de los reos. Pero lo más importante es que la apertura a la sociedad rompe las barreras existentes entre las prisiones y la comunidad, lo que “reduciría el estigma social y la marginalización de los presos”, según un informe de Roger Matthews, profesor de criminología de la Universidad de Kent en Reino Unido.
Las iniciativas de acercamiento de la sociedad a las cárceles son abundantes en muchos países y consiguen grandes resultados. Promueven actividades culturales entre presos y voluntarios en algunas cárceles españolas.
La superpoblación de las cárceles en América Latina afecta a los sectores más vulnerables de la sociedad. Personas que debido a su situación de exclusión social previa, acaban presos en unas instituciones incapaces de ofrecerles lo necesario para salvaguardar sus derechos más fundamentales. Solo las alternativas al encarcelamiento y la apertura a la sociedad, pueden reducir las tasas de prisionalización de nuevos presos y preparar el camino a la reinserción.
Ulises Tuero Rodríguez
Periodista
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(Centro de Colaboraciones Solidarias) |