Clementina Guerrero incumplió con la Ley de Coordinación Fiscal porque no publicó en tiempo el Calendario de entrega de participaciones federales que se les debe transferir a los municipios, así como el desarrollo de las fórmulas y la aplicación de los mismos. Debía entregar oficios y formatos debidamente calculados, requisitados y justificados, a más tardar el 15 de febrero a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y hasta hoy, no lo ha hecho. Lleva una quincena de retraso.
Con Hacienda no puede haber dilación y por tanto dejan establecida la llamada de atención en el Diario Oficial de la Federación (DOF). ¿Por qué? Porque son procedimientos normativos previstos en la Ley de Coordinación Fiscal; procedimientos que se deben respetar para no dislocar el Sistema. ¡Esos calendarios debían ser publicados! Y Clementina Guerrero no lo hizo. ¡Le valió! Y eso es una irresponsabilidad. Es una bofetada al pueblo veracruzano porque los que sufrirán las consecuencias serán los ayuntamientos al no llegarles a tiempo sus participaciones federales.
No tendrán de otra más que endeudarse (más) para cumplir con sus calendarios de adquisiciones y de obra pública, porque no se ve un panorama en el que le tomen el Palacio de Gobierno a Miguel Ángel Yunes Linares, como lo hicieron con Flavino Ríos.
Hay quienes piensan que alcanzar un cargo en el Gobierno del Estado es cuestión de llegar y esperar la quincena. Ser titular de una dependencia que es el motor de todo un gobierno es llegar a las grandes ligas. No es solo cuestión de saber la teoría de lo sustantivo, la tramitología de ley se aprende dentro y eso ni ella, ni los que acaba de nombrar a su alrededor, parecen saberlo.
Todo hacer en el sector público estatal tiene reglas, manuales, tiempos y formas. El manejo externo e interno crea responsabilidades administrativas. Hay condiciones generales de trabajo que se deben respetar, pues el sector público es un Sistema. El dinero público circula en un Sistema. Hay tiempos y trámites para programar, reprogramar, transferir, solicitar recursos, comprobar y vigilar y hasta para reintegrar… y todo dentro de un Sistema. Y eso es lo que están rompiendo, están rompiendo entonces al Sistema.
Hay personas panistas y perredistas con experiencia que realmente sí deben saber el teje y maneje de una Secretaría tan importante, porque lo han hecho en otros lados y cuando es bien aprendido se vuelve algo mecánico, ¡Vaya! Se aprende el Sistema… pero para ella y los que acaban de llegar junto a Clementina Guerrero, el Sistema parece ser cosa de otro mundo.
¿Será correcto pensar que la SHCP y José Antonio Meade, están buscando un pleito ranchero al exhibir en el DOF a Veracruz y a Yunes Linares solo por ser de un partido distinto? Puede Usted pensar lo que guste, pero el pleito ranchero se configura cuando no hay materia, pero en este caso las posibles sanciones económicas se deben a lo que ha hecho o ha dejado de hacer Clementina Guerrero. En este Sistema tan bien estructurado alguien debe absorber la falta, y créame que no será Meade, ni los funcionarios de línea en la SCHP, las posibles sanciones económicas recaerán sobre los funcionarios y las consecuencias, sobre el pueblo veracruzano.
Pero no solo está el problema de la falta de oficialización y publicación del Calendario de transferencias a los municipios. Entre otros temas importantes en los que ha fallado SEFIPLAN están el no haber elaborado ni dado a conocer un programa de austeridad para contener el gasto; el haber echado mano en diciembre y enero de la vieja Licuadora (¡Sí! Aquella utilizada durante el Duartismo y que tanto se advirtió que era ilegal), para subsanar los requisitos de nómina, cosa que no creemos que sepa el Gobernador.
Esta falla de SEFIPLAN y Clementina afecta no solo a los municipios, sino también al Gobierno del Estado y a los veracruzanos. En tiempos de austeridad, en los que una reestructuración de la deuda es imperante para no ir a un “COLAPSO de consecuencias inimaginables” (Miguel Ángel Yunes dixit), perder o dilatar un solo peso por faltas administrativas es un daño no sólo económico, sino un daño moral imperdonable. | 
