Al final, para quien gane la elección, el Presupuesto Público Federal (PPF) será la principal restricción para cumplir promesas o simplemente administrar la crisis secular que vive el país, hoy al borde ya de la ingobernabilidad.
El PPF tiene en México tres parámetros básicos de restricción: la Deuda Pública y sus obligaciones anuales, que desde hace un par de años es de alrededor de 500 mil millones anuales; los Ingresos Públicos que son insuficientes para atender el flujo de la deuda pública, y que obviamente no se considera racional aumentar impuestos y menos generalizar el IVA a alimentos y medicinas en un ambiente de crispación social y pobreza para más del 50% de la población; y el Gasto Federal, sobre el que se puede actuar para hacerlo eficiente, eficaz y efectivo, bajo el principio de que el gobierno federal y los estados deben dejar de gastar compulsivamente, después de haber vivido un periodo de ingresos extraordinarios y generación de una explosiva deuda pública, siendo esta la visión más simple y concreta para que gane quien gane el próximo julio actúe racionalmente.
En términos de financiamiento estamos no sólo como a fines del siglo pasado, sino en un primitivismo ramplón.
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