De no haber salido a votar de la manera en que lo vivimos, no hubiera sido posible aplastar de manera contundente una labor de zapa que había emprendido el gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares en contra de sus adversarios y una histórica compra de votos que permitió que Miguel Ángel Yunes Márquez obtuviera (con 6.7 por ciento aún por computar) 1 millón 282 mil 664 votos, que representan el 38 por ciento de los votos contabilizados hasta las 18:30 horas de este lunes.
Con esa voluminosa votación, cualquiera habría asegurado que era el candidato vencedor en la contienda. De hecho, ha logrado ya una cantidad de sufragios apenas por debajo de los obtenidos por su padre (1 millón 356 mil) en los comicios que perdió en 2010 ante Javier Duarte, y muy superior a la que le permitió llegar a la minigubernatura en 2016 (1 millón 54 mil).
Pero, no sucedió eso. Por eso, ni el candidato panista ni su padre digieren la derrota y no han reconocido el triunfo del candidato de Morena, cuando ya lo ha hecho el candidato del PRI, Pepe Yunes. Entró en juego el papel de los veracruzanos que salieron masivamente a votar para evitar que la familia Yunes se eternizara en el poder.
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