Sin embargo, de que los hay los hay y dentro de la olla también hay frijoles bayos que se quieren salir del huacal, buscan negociar aguas para su molino estirando la cuerda a ver hasta dónde aguanta hasta que les llega su merecido chicotazo. Es el caso, al parecer, de Ana Miriam Ferráez, a quien a veces se le sube el apellido a la cabeza y pues se le hace bolas el engrudo al intentar romper la unidad interna en Morena, y como diría George Orwell en Rebelión en la Granja “aunque todos son iguales, hay unos más iguales que otros”.
Hace unos días Ana Miriam Ferráez se unió a las fuerzas “disidentes” de Morena (que también las tiene) y por eso perdió vocalía de la Comisión más importante, la Comisión de Presupuesto.
El que quiere jugar a las lumbritas a veces suele salir quemado. No se puede comer pinole y tragar saliva.
Bien dicen que el frío es muy fuerte lejos de la cima, y cuando se alejan del líder, incluso en el Congreso Local se siente el frío glacial. La lealtad es algo que los morenistas aprecian más que todo.
Por algo el presidente López Obrador pide de sus colaboradores lealtad ciega hacia la causa transformadora, y aunque aquí no se llega a tanto sí piden una lealtad franca hacia el compromiso con los que los llevaron al Congreso y sobre todo al reconocimiento de un solo liderazgo, el de Juan Javier Gómez Cazarín cuya mano izquierda es del mismo talante que su derecha. |