Lo cierto es que el pleito político de ambos personajes -los dos unos verdaderos magos y monstruos de la política- es inocultable. Por eso es que llama la atención que de los dos, a los que les queda aún mucha cuerda, les inventen un día sí y el otro también, enfermedades que los tendrían al borde del colapso.
“Curiosidades de la vida: antes se decía que lo peor para un político es que se supiera que estaba enfermo, porque entonces de inmediato se acababan los amigos y nadie siquiera les contesta el teléfono (de eso fue testigo este autor). Ahora parece que lo mejor es decirse enfermito, a ver si así les tienen lástima y los dejan en paz”.
Los dos “enfermitos” tendrán sus razones para propalar o para no atajar los rumores de su enfermedad, pero eso sí, vale la pena leer la columna completa de Pablo Jair, quien no solo hace un recuento rápido de la vida política de ambos y presenta anécdotas interesantes como de dónde salió el mote del “perro” de uno de ellos, sino que también atrapa en la lectura y no deja que uno se vaya hasta terminarla.
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