Sin ir muy lejos, hace apenas tres semanas les platicaba por Facebook del fallecimiento en mi pueblo de mis vecinas Marcela y Mary, madre e hija, que eran muy conocidas en Hueyapan de Ocampo y a las que consideraba como de mi familia.
El indicador oficial refleja esta realidad dolorosa: el semáforo de la epidemia en Veracruz amaneció este lunes plagado de rojo: 205 de los 212 municipios están en riesgo “máximo” y “alto”. Apenas siete están en riesgo “medio” y ninguno está en color verde.
La reacción del Gobierno, otra vez, ha sido oportuna, responsable, coherente y transparente. (En otras épocas los Gobiernos nos estarían diciendo que “no pasa nada”). El gobernador emitió dos decretos este lunes en los que detalla acciones específicas para desalentar la transmisión, acelerar la vacunación y mantenernos informados.
¿Cómo llegamos a esto otra vez? Creo que, por un lado, la fatiga generalizada por mantener las medidas de distanciamiento nos ha hecho bajar la guardia en muchos casos y, por otro lado, el avance de las campañas de vacunación nos produce una equivocada sensación de invulnerabilidad.
No es un tema de México o de Veracruz. La tercera ola prácticamente es mundial. Las vacunas que ponen aquí son las mismas que en Estados Unidos, Europa y China (todas son buenas). Pero la ciencia siempre tiene límites: las vacunas tardan algún tiempo en hacer efecto y la cobertura no es de 100 por ciento.
Lo único seguro es que debemos insistir en cuidarnos y en cuidar a las y los demás. Aunque tengamos vacuna, sigamos guardando las medidas de sana distancia, quedémonos en casa lo más posible –ya sé que no siempre se puede-, hagámosle el gasto a las amigas y los amigos que venden comida, pero pidámosla para llevar; dejemos las reuniones para otras fechas, saludémonos de lejitos. Nos queremos sanos, nos queremos vivos.
Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política. |