Curiosamente, a diferencia de lo que se esperaba, AMLO no remachó el tema de los conservadores ni los atacó de frente; si acaso destacó que lo que ha logrado ya no lo podrán deshacer los neoliberales y tecnócratas, como por ejemplo las pensiones a los adultos mayores y las becas a los jóvenes.
AMLO resaltó siete récords históricos en variables económicas: en las remesas, en la inversión extranjera, en el incremento salario mínimo, en la no devaluación de la moneda nacional, en la no contratación de deuda, en el incremento del índice de la bolsa de valores y en las reservas del Banco de México… todos ellos datos comprobables.
Y eso sí, no perdió la oportunidad de posicionarse casi como un prohombre al decir que lo que se ha logrado es histórico y que si en este momento dejara la presidencia, se podría decir que cumplió con todo lo que prometió. Vaya, solo le faltó decir "No me merecen", "no merecen este presidentazo que tienen".
¿Qué esperaba lector/lectora querida? ¿Esperaba acaso que AMLO diera un viraje y aceptara lo que aún le duele a la sociedad? No dijo nada de las casi incontables muertes por COVID-19 en México, mismas que han superado en cientos de miles las pronosticadas por el gobierno; no comentó nada de los índices de inseguridad, secuestros y asesinatos, mismos que no han bajado y parecen ir en una espiral ascendente imparable; nada se dijo de la falta de medicamentos, ni lo inoperante que ha sido el INSABI; nada se habló de la preocupante militarización del país; entre otros temas. ¿Para qué? Eso seguramente lo harán sus detractores.
Lo que hoy vemos, eso sí, es un México dividido que vive en el México bonito que describe AMLO y el México atrasado al que -aseguran sus detractores- AMLO nos habría llevado (sin considerar, por supuesto, que ya estábamos así).
A mitad del camino AMLO tiene un menor aprobación que Vicente Fox y que Felipe Calderón, pero ellos mismos en el declive de sus gobiernos cayeron dramáticamente en la aprobación pública. ¿Le pasará eso a AMLO o mantendrá sus niveles de aceptación? Como dijera el filósofo de Güemez: en tres años se lo decimos.
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