Ese mismo día, el grupo negó que fueran a llevar a cabo alguna manifestación, pero, no obstante, como consecuencia, una joven, que se dijo ajena al movimiento, fue despedida de su trabajo en una dependencia del gobierno en represalia porque la acusaron de ser “morra”.
Me pregunto si la filtración de las fichas fue a propósito, para tratar de intimidar a las feministas, diciéndoles que ya saben quiénes son, o si los documentos escaparon al control oficial del área que las elabora, la Dirección de Política Regional.
En realidad, nada que no se sepa que hacen para vigilarnos a todos (en primerísimo lugar a los opositores políticos y a los periodistas independientes y críticos), incluyendo a los mismos integrantes del gobierno, en especial a los opositores al Secretario de Gobierno, que los tiene y muchos.
Tienen razón las jóvenes feministas de preocuparse porque puedan tomar represalias en su contra y les apliquen el ya clásico delito de “ultrajes a la autoridad”, pero mientras hagan uso de su derecho a manifestarse pacíficamente nada las debe inhibir, y lo que deberán cuidar es que no les infiltren sus protestas con vándalos oficiales que son los que causan destrozos para culparlas.
De que nos tienen fichados a todos, no es de ahora. Ha sido de siempre, aunque cada gobierno ha hecho uso de la información de diferente manera.
No se me olvida cuando don Fernando Gutiérrez Barrios vino como candidato a la gubernatura, en 1986. Entonces, a los reporteros y corresponsales de prensa que decidieron cubrir su campaña por todo el Estado se les pidió que se registraran para darles una identificación, para lo cual debían pasar a que les tomara una fotografía. Por la fama que traía don Fernando en el área de seguridad del gobierno mexicano, muchos dudaron, pero al final todos lo hicieron, salvo un compañero (siempre bien recordado), José “Pepe” Miranda Virgen, quien dijo que prefería llevar él su propia fotografía, impresa, porque la imagen la querían para ficharnos a todos. Nunca entendí su ingenuidad, o si él pensaba que por llevar su propia foto no lo iban a fichar. Esa práctica ya era usual en todos los gobiernos.
Debo decir que don Fernando resultó uno de los más caballerosos, finos y atentos gobernadores con la prensa, incluso el más decidido defensor de su trabajo y de sus derechos, al grado de cesar de inmediato, sin ningún miramiento, a colaboradores, fueran quienes fueran y del nivel que fueran, que actuaron contra algún periodista. Quienes lo conocimos y lo tratamos o quienes trabajamos con él guardamos la más grata memoria de su persona.
Pero, repito, cada gobierno actúa de forma diferente. Del actual ya hemos visto las atrocidades que comete con el pretexto de que se cometen ultrajes a la autoridad. Nadie está a salvo, ni los periodistas críticos, y, sí, las feministas deben tomar sus precauciones. En sus justas protestas y demandas, en mi caso me solidarizo con ellas. No apruebo los actos vandálicos y deben cuidarse de los infiltrados que buscan desacreditarlas.
En otro gobierno, en el del licenciado Miguel Alemán Velasco, me hice amigo de los llamados informantes u “orejas”, trabajadores que han hecho de su labor de fisgones una especialidad. Algunos tienen muchos años dedicados a eso. Son todos ojos y oídos y andan por los lugares públicos donde se reúnen políticos, periodistas y personajes de la vida pública y registran todos sus movimientos (a qué hora llegan, a qué hora se van, con quién se reúnen, si es posible qué dijeron, etc.), que reportan a la Secretaría de Gobierno.
Un día siendo yo Director de Prensa, de pronto llegó uno de ellos, quien en agradecimiento porque le había hecho un servicio, me fue a alertar: jefe, le vengo a decir que sobre el escritorio del secretario acaban de poner una tarjeta donde reportan que usted estuvo en tal lado y que se reunió con tal persona. Era cierto, aunque no se trataba de alguna información relevante, pero me reconfirmó lo que ya sabía: que a todos nos vigilaban.
Aquí narré cómo otra persona, un joven entonces, también en agradecimiento por el buen trato que le di cuando trabajó en el área a mi cargo, habiéndose ido a otra dependencia, un día llegó a informarme y a advertirme que acababan de instalar un moderno equipo que era capaz de escanear la información de mi teléfono, incluso de leer en tiempo real la información de la computadora que usaba, de grabar mis pláticas, etcétera.
Sigo viendo, a veces, cómo los informantes se reúnen en algún café para intercambiar información, porque también algunos reportan al gobierno federal. Lo más doloroso, en mi caso, es saber que hay reporteros, o que se dicen reporteros, y fotógrafos que reportan información y pasan fotos de lo que hacen y dicen los compañeros de los diferentes medios, claro, a cambio de un pago.
Lo que me llama la atención ahora es que en el gobierno cuitlahuista vigilan a sus propios funcionarios y actúan contra ellos si saben que se reúnen o reciben o atienden a alguien que les resulte incómodo, sobre todo al Secretario de Gobierno. Más de uno sufre las consecuencias. Viven hostilidad, persecución. No nada más es con los de fuera.
La duda que me queda es si las fichas de las feministas las filtraron a propósito o si alguien de adentro las sacó subrepticiamente, por lo que los espías habrían sido espiados, lo que sería grave para ellos (y bueno para los veracruzanos) pues entonces tienen un “topo” infiltrado adentro, pero un “topo bueno” que no estaría de acuerdo con lo que están haciendo y ha querido que la opinión pública se entere, lo que se le agradece.
Si las integrantes de “Morras Organizadas de Xalapa” sospechaban que las vigilaban, ahora saben con certeza que sí. Deberán cambiar, reorganizar su forma de comunicarse. Y eso vale para todos los colectivos y organizaciones que realizan algún tipo de activismo. Todos y cada quien debe crear su propio protocolo de seguridad, su propio lenguaje. Como dijera el inolvidable Pedro Ferriz (el papá): un mundo nos vigila. |