Morena o AMLO pudo haber perdido 10 millones de votos del 2018 a este punto. Es natural. Es parte del desgaste propio de un gobierno que todos los días se expone y por ende, exhibe sus debilidades. No obstante, todavía le alcanzó para ganar gubernaturas y mantener el equilibrio en el Congreso federal.
En el 2000, cuando Vicente Fox dio la campanada, su triunfo fue de dos millones por encima de Labastida; en el 2018, AMLO obtuvo 30 millones… ¡18 millones encima de su más cercano competidor, Ricardo Anaya! En el 2006, con toda la “decepción” que significó el Presidente del Cambio, le dio para mantener en el poder a un candidato de su partido, “¡haiga sido como haiga sido!”
A qué voy con todo esto…
|
Morena, pasadas estas elecciones intermedias, está ante la gran oportunidad de enderezar el barco… sí, para algunos más que enderezar, el asunto puede parecer ¡sacar a flote!
El Presidente se estará obligando a cambiar el discurso rijoso, peleonero, de arrabal, que lo único que le ha dado es conformar frentes… en su contra: se peleó con empresarios, se peleó con médicos, se peleó con las madres a las que les quitó las estancias, se peleó con la prensa crítica, se peleó con los partidos de oposición… en pocas palabras, trae bronca con cualquiera que no comparta sus principios, sus dogmas, sus doctrinas, sus ocurrencias… y hoy, con un equilibrio de poderes en el Congreso federal, deberá a aprender lo básico que cualquier político, que se ufane de tal, que tenga cara de tal, que parezca tal, enarbola siempre: diálogo y consenso.
¡Vamos! Ya hizo y deshizo lo que quiso, con el poder de la Aplanadora en el Congreso federal, que dicho sea de paso, no le fue ajeno en sus mejores momentos al PRI, aunque igual hay que recalcar que fueron los ideólogos del partidazo, los que advirtieron el riesgo de caer en una Dictadura Perfecta, como en su momento la calificó Mario Vargas Llosa.
Morena y el presidente tienen otra gran oportunidad pasadas estas elecciones intermedias: verse en el espejo del otrora partidazo. Claro, me refiero al espejo del PRI en su mejor momento, como dijera alguna vez Fidel Herrera, “en la pinche plenitud del poder”.
Se trata de no cometer los errores de la arrogancia, de la prepotencia, del autoritarismo que en su momento, fueron paladas para cavar la tumba de esa dinastía priísta que, insisto, la bautizaron en su momento, como Dictadura.
Ojo, porque los adjetivos que envolvieron al partidazo en su momento a lo largo de casi 90 años, Morena o AMLO ahora se los ha ganado a pulso en menos de tres años de Gobierno.
Si no cambia su discurso el Presidente, seguirá menguando su poder; si no concilia, seguirá menguando su poder; si no da lugar al consenso, menos poder… aunque también, que quede claro: tendría que ocurrir algo extraordinario, como aquel 2018, para que con los votos o seguidores que le queden, haga la hombrada de darle al partido que lo llevó al poder (aunque más bien, él es el que llevó al poder al partido), un sexenio más de gloria, así como en su momento lo hizo Vicente Fox con todo y la decepción que significó su gobierno… claro, aunque la historia nos cuenta algo más: El PRI tuvo la misma oportunidad pero ya a Enrique Peña Nieto no le alcanzó para pasar la estafeta…
Si bien, PRI, PAN, Morena, en este siglo han probado las mieles del poder, no deben de olvidar que también el ciudadano ha probado el placer que significa la alternancia...
smcainito@gmail.com |