La verdad sobre el 68 y el 71 tiene un velo de misterio que los medios cómplices hacen cada vez más denso. Tan sólida es la neblina sobre la verdad que afecta al Poder Judicial, de donde debió salir por lo menos una orden de aprehensión contra algunos de los muchos culpables.
Las señales están dadas si se trata de encontrar a los culpables. En ese entonces, de octubre de 1968 a junio de 1971, el PRI gobernaba el país, la secretaría de Gobernación, las corporaciones policiacas y la regencia del entonces Departamento del Distrito Federal. Las cuatro posiciones se daban por dedazo. Los medios callaban, la ONU también. La OEA ni se diga.
Se hace referencia a este partido porque no es hasta ahora, cuando gobierna un partido diferente al PRI, que la ONU manifiesta su preocupación por sancionar a los culpables. Como continuidad de las críticas que hace la OEA a gobiernos cuyos representantes no son de su agrado, como en el caso de Evo Morales, Andrés Manuel López Obrador, Nayib Bukele, Lula da Silva, Dilma Rousseff, entre otros.
Resulta que el representante de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México, Guillermo Fernández-Maldonado, dijo que a pesar de que han pasado décadas, este acontecimiento convoca a reafirmar las exigencias de justicia, memoria, verdad y reparación de los daños.
La ONU esperó hasta ahora para reclamar justicia y exigir indemnización a las víctimas. En el 68 Andrés Manuel López Obrador tenía 15 años, en el Halconazo 18, no pudo tener responsabilidad en esos asesinatos de jóvenes mexicanos.
Ahí está Echeverría en su casa de San Jerónimo, pero a él nadie lo menciona en la ONU. Hay respeto, injustificado.
El 10 de junio de 1971, durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez, decenas de estudiantes salieron a las calles del Distrito Federal para protestar en apoyo a la Universidad Autónoma de Nuevo León, que días antes finalizó su huelga por conflictos con autoridades estatales. En eso estaban cuando un grupo de hombres armados con palos de bambú y algunos de ellos con rifles y pistolas atacaron a los estudiantes que se manifestaban.
La violencia ejercida por el Estado era un acto cotidiano, antes de estas fechas se habían reprimido violetamente un paro de trabajadores de la salud, de campesinos, de ferrocarrileros, otro de la Universidad de Chapingo, y en todos los casos fueron golpeados, encarcelados, torturados, desaparecidos.
Fernández-Maldonado hace un llamado a la tolerancia en el presente evocando el pasado, en una revoltura de tiempos oscuros que no puede interpretarse de otra manera que como una reacción muy parecida a la de Luis Almagro, secretario general de la OEA: “El llamado Halconazo es un recordatorio de las fallas del Estado al responder a movimientos opositores al régimen de esa época que denunciaban violaciones a los derechos humanos, empleando la desaparición forzada, la tortura y la ejecución extrajudicial como estrategias para erradicarlos”.
El representante de la ONU-DH afirmó que los crímenes cometidos el Jueves de Corpus continúan en la impunidad porque las víctimas y sus familiares siguen buscando justicia. Esa grandiosa idea no se le había ocurrido a la ONU hasta ahora, o será que para ellos 50 años no representan medio siglo.
La memoria de la población es privilegiada, no necesita leer las efemérides en el calendario para acordarse de la vejación del gobierno contra el pueblo. La tarde de ayer, 10 de junio, un grupo de manifestantes acudió a la casa del expresidente Luis Echeverría para protestar por la matanza de más de 100 estudiantes de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional, en 1971. Penetraron en el inmueble, pintaron las paredes colocaron carteles, lanzaron piedras, arrojaron huevos a las puertas, gritaron consignas.
El último huevo que se arrojó fue “por haber profanado a la UNAM. Como el otro día, cuando en 1975 te recibimos a huevazos y pedradas, pero el día de tu muerte te vamos a mandar esto mismo ¡Asesino!”.
Adentro, Echeverría seguramente había olvidado qué día era. PEGA Y CORRE. - Ahora a algunos partidos políticos les ha dado por crear mapas según el voto de la población marcando, como si se tratara de otro país, las fronteras entre pobres y ricos; tontos y listos; preparados e ignorantes. La vocación discriminadora de algunos grupos, confunden nuestras costumbres plurales, nuestras raíces diversas en clases socioeconómicas diferentes porque quieren olvidar que son hermanos tanto de los ricos, como de los pobres… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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