O, para decirlo con más propiedad, en qué se gastó los mil 614 millones de pesos, presupuesto asignado al Tribunal Superior de Justicia para este año.
O, mínimo, que informe ¿qué pasó con los 700 millones del Fondo para la Impartición de Justicia que el Consejo de la Judicatura tenía en bancos?
La venerable chabelita asegura que no sabe cómo se maneja un presupuesto “pero estoy aprendiendo” y que no es administradora “pero tengo idea”… y eso, eso sí que está muy, pero muy cabrón.
Grave de sí, ya que se suma a la pretensión de reducción de salarios a magistrados por 500 millones de pesos en claro mensaje político de sometimiento y sumisión a la división y autonomía de poderes.
El punto es que hoy el Poder Judicial está bajo sospecha y que si bien la cabeza visible es la magistrada presidenta pero quien la cilindrea es quien encabeza el Poder Legislativo, Juan Javier Gómez Cazarín, quien para lograr su objetivo empezó por fagocitarse al Poder Judicial ungiendo y derribando a la primera magistrada presidenta de la actual administración Sofía Martínez Huerta.
Tras descabezarla, luego de ser amenazada ¿de muerte? por el “Bola 8” llega al relevo la dama en cuestión, la señora, Isabel Inés Romero Cruz, quien ni quería y desde el principio le advirtió a Gómez Cazarín que no podría con el paquete.
En realidad, ella era feliz con sus largas siestas vespertinas en la oficina, su buena paga, sus nietos y la hueva total. Su destino, sin embargo, sería marcado por su hambriento jefe de poder y dinero.
Así fue sacada de los oscuros pasillos del Tribunal para ser ungida como cabeza del Poder Judicial, con el apoyo de magistrados corruptos liderados por Cándido Nicanor, mozo de Cuitláhuac.
El remedio, sin embargo, resultaría peor que la enfermedad.
La venerable Inés, a quien le sale muy bien eso del malhumor y presumir que hace esperar hasta 8 horas a quien le solicita audiencia, inicia la peor época del Poder Judicial con decisiones atropelladas e influenciada por los mañosos y lambiscones de medio pelo que todos los días le hablaban de lo guapa e inteligente que era para hacer las cosas.
El resultado sería la desgracia para un poder que de un bocado se tragó la Secretaría de Finanzas.
En lo inmediato se procedió a la reducción del presupuesto anual, la entrega de recursos a cuenta gotas, el cierre intempestivo de 29 juzgados, una lista de despidos de personal por “no cumplir con el perfil”, la renuncia obligada de dos proyectistas por magistrado, la imposición de nuevos magistrados por encima de la ley, el no acatar el mandato legal ante amparos interpuestos por magistrados jubilados a huevo e iniciar una campañita mediática en torno a sus salarios desmesurados –que no observaron al arranque del gobierno por lo que le tienen que atorar con 500 millones de pesos para salvar el año.
Ello sin contar el agandalle en el cobro de préstamos que otorga la institución y el maniobrar el fondo de retiro que prácticamente está en cero.
Acaso por ello, luego de una vida de trabajo judicial de la magistrada Yolanda Cecilia Castañeda, le es negado el retiro a pesar de haber laborado en 16 juzgados, ser Premio Nacional al Mérito Judicial y tener un master en Girona y en California Western School of Law.
La dama será retirada sin tener derecho a un peso por jubilación.
Acaso por ello la magistrada Concepción Flores Saviaga es despreciada y aislada porque tuvo el arrojo de poner al descubierto el “Chabelagate” donde da cuenta como el gobernador Cuitláhuac García interfiere en la autonomía del Poder Judicial al ordenar a la magistrada presidenta aplicar una reducción “voluntaria” a las percepciones de los magistrados misma que es rechazada por 35 de ellos.
Un audio hecho público por Notiver da cuenta que doña Chabelita, la venerable experta para el crochet y punto de cruz, amenaza con acudir al gobernador para “decirle que fulano, sutano y perengano sí van a apoyar”, pasándose por el arco del triunfo la división de poderes y provocando al mismo tiempo una cacería de brujas, ya que quienes se nieguen a bajarse el salario quedarán marcados por el gobierno.
Hoy en Veracruz el signo de nuestros tiempos son el escándalo, la impericia y la pendejez que se ven reflejados en las instituciones de gobierno y por estos días de manera singular en el Poder Judicial en donde no aplica aquello que nos dijo el Pejelagarto de “no mentir, no robar y no traicionar”.
Tiempo al tiempo.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo |