A los xalapeños nos queda en claro algo: la Plaza Ánimas está lejos, muy lejos de seguir pretendiendo cobrar por estacionamiento, luego de que, nuevamente, un fenómeno meteorológico exhibe la trampa en que puede convertirse su aparcamiento subterráneo.
Supongo que por la hora, entre 7 y 8 de la mañana del sábado, sería muy difícil que hubiera un vehículo en la parte baja de dicha plaza, por lo que “a ojo de buen cubetero de 4T”, se descarta daños en alguna unidad motora. Ahora que si de pura mala suerte hubo algún madrugador o noctámbulo que haya dejado su carro allí, hay que recordar que el estacionamiento cuenta con avisos donde dejan en claro que la administración de la plaza no se hace responsable de algún siniestro en los coches allí estacionados.
¿Recuerda cuántas ocasiones el estacionamiento de esta plaza ha sido receptor de caudales pluviales con o sin efectos de huracán? El paisaje en este centro comercial ya es conocido por mucho por el xalapeño, por el inquilino de Las Animas como el que tiene que trasladarse por la carretera que pasa al lado de dicha Plaza y de repente, ve interrumpido su viaje porque el nivel del camino queda rebasado por las aguas que el colector pluvial de Murillo Vidal trae y revientan precisamente en el tramo de la Plaza.
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En otras palabras, así como está de lejos que la Plaza Animas cobre por el estacionamiento ante el inminente riesgo de que una tromba, tormenta, aguacero, azote la capital veracruzana e inunde el aparcamiento, igual está de lejos que los dueños de esta unidad comercial lleven una demanda o propuesta de solución a las autoridades, sean municipales o estatales o federales, o las tres, para resolver que estos golpes de agua que azotan la plaza, para que un día cesen, en beneficio de los comerciantes de Las Animas, de sus clientes, así como de quienes usan la carretera extensión de la avenida Lázaro Cárdenas.
II
Desconozco qué tanto una autoridad municipal tiene competencia para pedir a familias en zonas de riesgo, su desalojo en aras de salvaguardar su integridad.
Vi una foto de una pareja de ancianos, con el agua hasta las rodillas, que decidieron quedarse en su casa. Las razones pueden ser varias aunque la más socorrida es el temor de que su hogar sea víctima de los amantes de lo ajeno. El caso de la familia Moreno, donde la madre y cinco niños pierden la vida bajo un alud de tierra, debe ser un principio para evitar estos desenlaces fatales.
Debo suponer que nuestras autoridades municipales tienen una carta geográfica urbana, incluida la semiurbana, donde señalan las zonas de alto, mediano y bajo riesgo y las condiciones por las que se sitúan así, sea por cerros, ríos o hasta ductos, o casos como los que se viven a la altura de Plaza Animas o en el fraccionamiento Las Fuentes.
Si la tecnología nos permite a estas alturas prever golpes meteóricos, entonces hay que hacer uso de Refugios Temporales un día o dos antes del evento natural y los necesarios posteriores para que las autoridades correspondientes descarten riesgos y peligros.
¿Y qué pasa si el vecino se niega a salir de su hogar? ¿Una carta responsiva? ¿Y si hay menores de edad? ¿La intervención del DIF municipal?
Algo deben hacer autoridades y vecinos, porque así como vemos ese paisaje en Plaza Animas en cada tormenta inusitada , del otro lado de la moneda, en aquellas colonias con asentamientos irregulares o ubicadas en zonas y avenidas donde la naturaleza demanda sus rutas, seguiremos viendo el desastre en diversas proporciones y en el peor de los casos, la tragedia.
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