Pero además, agregó palabras que están resultando proféticas: “Esto fue una puñalada a los veracruzanos, el Poder Judicial se está hundiendo y se va hundir más, lo van a ver ustedes”, dijo a los periodistas.
Sofía no duró ni un año porque no cubrió las expectativas del gobernador Cuitláhuac García, ni del Secretario de Gobierno Eric Cisneros a los que les debía el cargo. En octubre del 2020 quienes contra viento y marea la impusieron, contra viento y marea la chisparon violando la ley.
Y violando la ley sentaron en la silla de la presidencia a Isabel Inés Romero Cruz que ha resultado lo que le sigue a una nulidad, pero que ha puesto al TSJE a los pies del Gobierno estatal e incluso de la Legislatura local.
En una sesión amañada, con los dados cargadísimos y sin oposición, Isabel Romero protestó a las 8:30 del viernes 23 de octubre del 2020 como nueva magistrada presidenta del TSJE y del Consejo de la Judicatura. Y como primeras providencias ordenó abrir (con un cerrajero) la oficina que había sido de Sofía Martínez.
Y a la debacle del Poder Judicial con Sofía, siguió el desastre y la hecatombe con Chabela que, obediente a las órdenes del gobernador, recortó salarios a los magistrados y cerró juzgados. Pero que a espaldas de su jefe (el gobernador, por supuesto) se gastó en seis meses 500 millones de pesos del presupuesto (o se los echó a la bolsa. Ve tu a saber, lector) que ahora desea que el Congreso local le autorice y restituya para llegar a fin de año.
La magistrada Yolanda Cecilia Castañeda Palmeros volvió a la carga y la llamó desmemoriada (dijo que se le olvidan las cosas y se tiene que apoyar en un ayudante), sugirió que es corrupta y súbdita del gobernador, le dijo ignorante y la acusó de que los magistrados pagarán con sus sueldos recortados lo que otros se han robado.
Y en respuesta la echaron cuando anunció que renunciaría. Y la echaron de muy fea manera. Isabel Romero recurrió nuevamente a un cerrajero que abrió la oficina de Yolanda y literalmente le puso sus cosas en la calle.
El Tribunal, lector, aquel ente respetado y respetable, se ha convertido en menos de dos años en una vecindad de barrio bajo y sus integrantes (salvo una que otra honrosísima excepción), en filibusteros de la peor ralea y candidatos a prisión porque han prostituido las leyes, están vaciando las arcas y cada quién hace lo que se le antoja.
Son, para decirlo en palabras claras y contundentes, un eructo pestilente. Vergüenza de Veracruz, los veracruzanos y el país entero.
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