El primer caso, es el de Joel quien después de haber solicitado a Santander un crédito para construcción de su vivienda y respaldarlo con garantía hipotecaria, los cálculos salieron mal, y apenas en mitad de la obra el crédito referido se agotó, quedándose con una obra inconclusa que seguía generando gastos, la deuda de un crédito con altos intereses, y un cambio laboral que modificó su sueldo agravando su situación.
La crisis afectó a su estabilidad emocional, salud, entorno familiar y desde luego su dignidad, pues se sentía devaluado magnificando los errores cometidos al no alcanzar a cubrir a totalidad los compromisos y tener que echar mano de la tarjeta de crédito, que en su momento fue su tabla de salvación por la línea de crédito con que contaba debido, a su impecable historial crediticio como buen “pagador”.
Hace un par de años, logró resolver la situación del crédito hipotecario después de haber hecho parada en los juzgados hasta donde llegó por el impago; afortunadamente y por la intervención del Barzón el Banco analizó puntualmente su caso y obtuvo un buen acuerdo que le permitió resolver esa incertidumbre (del riesgo de perder su casa) que solo quienes han vivido pueden comprender.
Sin embargo, aún quedaba el saldo de la tarjeta de crédito, el último paso hacia su libertad financiera; con mucha felicidad les comparto que hace unos días, quedó totalmente saldada pues el banco accedió a dar la carta finiquito con el pago de apenas el diez por ciento del total reclamado.
El segundo caso se trata de Daniel, un médico jubilado de la paraestatal petróleos mexicanos, quien podría decirse es de reciente ingreso a nuestra asociación, a él le quedó claro desde el principio, de qué se trataba la estrategia de pagar lo justo.
Y fue así qué con la ayuda de su familia han ido encontrando con mucho esfuerzo la forma de pagar los acuerdos hasta el momento obtenidos, el antecedente de este caso es que él es uno más en la estadística de la usura que persiste en las instituciones, pues después de solicitar un crédito a una financiera que se le descuenta directamente de su nómina, los descuentos se fueron incrementando de tal manera de dejarlo sin un solo peso de su pensión y pagando intereses 3 a 1, es decir que por cada diez pesos que le prestaron debía pagar 30 pesos de intereses.
Esa guillotina en la que se encontraba le privó de su pensión, por lo que tuvo que recurrir a sus tarjetas de crédito para darle de comer a su familia, y al resultar insuficiente recurrió a un nuevo financiamiento ahora de una Caja.
Con mucho estrés de no ver la salida, pero con la seguridad de resolver su situación y teniendo muy claro lo del pago justo, esta semana sumó un convenio más, el de la Caja, pues hace escasos meses liquidó con quita las dos tarjetas de crédito.
Todo esfuerzo merece un premio, y no hay mayor premio para alguien que ha vivido esclavo de las deudas y del pago de intereses que recibir la carta finiquito de su acreedor, saldando así los pendientes del pasado, y dando un paso más hacia una forma de libertad que experimentan quienes están libres de deudas.
¡Felicidades a ambos!
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