Es decir, cómo la incorporación de la tecnología en un contexto de confinamiento social derivado de la pandemia y sus implicaciones, permitirá un punto de equilibrio entre la demanda potencial de espacios laborales y la oferta real del mismo sector.
Esa discusión me genera mucho ruido, ya que, en un primer momento, analizaba esa situación desde mi perspectiva, la de un trabajador que le restan 20 años -al menos – bajo el esquema tradicional de jubilación.
Lo anterior, me ha ocupado que le vaya dando revisión al fenómeno, porque el mercado laboral implica sustancialmente tocar a la seguridad humana de manera más integral, y entiendo que sin seguridad humana no hay desarrollo, y sin desarrollo sostenible no tendremos paz, ello, en perjuicio del pueblo.
Y bueno, como coincidencia del destino, precisamente el 11 de octubre del año en curso, se otorgó como cada anualidad por la academia sueca el Premio Nobel de Economía a David Card (64 años, originario de Canadá), actualmente profesor de la Universidad de California, Berkeley, por sus “contribuciones empíricas en el terreno de la economía laboral”; Joshua Angrist (61 años, originario de EU), actualmente profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT); y Guido Imbens (58 años, originario de Países Bajos), actualmente profesor de la Universidad de Stanford, por sus “contribuciones metodológicas al análisis de las relaciones causales”.
De esa manera, prendí aún más la alerta sobre el tema, ya que esa situación advertía que otros científicos sociales de alto tonelaje en las principales universidades del mundo se encontraban igual que yo, preocupados por la situación que guarda el tema de la economía laboral.
Al respecto, Gabriel Casillas, economista en jefe para Latinoamérica del Banco Barclays, destaca un ejemplo reciente de un ‘experimento natural’ desarrollado por uno de los galardonados, y es que México fue uno de los países que no instrumentó un paquete de estímulo fiscal significativo para atajar la pandemia y la mayoría de los demás países sí.
En breve se publicarán artículos de investigación al respecto, como todo en la vida, el tiempo pone todas nuestras acciones en su justa medida, hago votos porque las cuentas nos salgan positivas como nación, con todo y la inacción.
Para el caso de México el INEGI informa sobre los principales resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, Nueva Edición (ENOEN) y nos reporta que la población ocupada cayó en 544,350 personas.
También hubo un retroceso en la brecha laboral (que mide la insuficiencia de empleo en el país); 27% de las personas que potencialmente podrían trabajar tuvieron empleo insuficiente.
Esto implica que entre la cantidad de empleo pleno (con horas suficientes de trabajo) y la cantidad de personas que potencialmente podrían trabajar, hay una brecha de 18 millones de personas.
El Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) disminuyó 1.6% en términos reales en agosto de 2021 en su referencia mensual, y avanzó 3.8% en su comparación anual (cifras desestacionalizadas). La Brecha Laboral fue de 26.6% en septiembre de 2021.
Si bien es cierto, que ha mejorado mucho desde el año pasado, también es cierto que se ha estancado desde mayo, y sigue siendo muy alta en términos históricos.
Esto último, no es un caso particular para nuestro país, ya que, en el nuevo contexto pandémico, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe advierte que la crisis sanitaria ha agudizado los problemas estructurales de la región y se proyecta una nueva desaceleración para 2021, lo que implica que apenas se alcanzará un 2.9% de crecimiento, pues se agota el rebote de 5.9% pronosticado del PIB en 2021.
En definitiva, se debe volver a pensar en la política, el desarrollo y la sostenibilidad como tareas cruciales, y dejar de lado la conflictividad y la polarización interna para dar cauce a esta adversidad, que afecta a los que menos tienen y eso me duele. |