Como persona es austero, pero como presidente no. Quizá gaste menos que sus antecesores pero de que nos cuesta, nos cuesta. Y no tiene por qué sentirse mal; es el presidente de la República.
Lo malo es que en cuanto a la austeridad nadie le sigue el paso.
Te invito lector a que le des un repaso al estilo de vida de los miembros de su gabinete, gobernadores, funcionarios estatales de primer y segundo nivel; alcaldes, diputados y senadores de Morena, a ver quién anda con los tacones gastados, viste trajes arrugados y camisas de 150 pesos.
Estoy seguro al 100 por ciento que ninguno carga sólo un billete de 200 pesos en su cartera y todos tienen al menos un par de tarjetas de crédito y cuentas en más de una institución bancaria.
Si el 1 de diciembre del 2018 hubo quienes llegaron a la toma de protesta del presidente arrastrando deudas y vistiendo el único trajecito (o vestidito) decente que tenían, hoy poseen guardarropas que quitan el hipo, pares de zapatos por docenas, mínimo un auto del año, son los nuevos ricos de las zonas residenciales y algunos ya resolvieron su futuro económico.
Y no estoy hablando de los Bartlett, los Gertz, los Nieto, los Sandoval o los hermanos del presidente, sino de sujetos de segundo y tercer nivel, legisladores que ya mero no saben escribir su nombre y alcaldes de pueblos rabones.
Salvo excepciones dignas hasta del enaltecimiento, los demás tiene rato que se despidieron de los tacos de canasta con frijoles y del ron con Coca-Cola, para disfrutar de buenos restaurantes y beber vinos caros. Eso sin contar con los petulantes que lucen y presumen alhajas que no empatan con su sueldo de funcionarios públicos.
¿Austeridad? Cuál austeridad si nadie le hace caso al presidente.
Durante su toma de protesta López Obrador dijo: “Dejo en claro que si mis seres queridos, mi esposa o mis hijos cometen algún delito, serán juzgados como cualquier ciudadano. Yo sólo respondo por mi hijo Jesús por ser menor de edad”.
Pero en dos ocasiones le ha tocado responder por el mayor y más polémico de sus vástagos: José Ramón López Beltrán. La última, apenas ayer lunes cuando le dijo mercenario al periodista Carlos Loret de Mola, porque balconeó a José Ramón viviendo en dos casas de lujo en Houston.
¿José Ramón cometió algún delito? No. Simplemente viaja a carísimos lugares VIP y vive en la opulencia, en sitios donde la austeridad pregonada por su padre brilla por su ausencia.
De acuerdo con el periodista Salvador García Soto, las residencias donde vive José Ramón con su esposa Carolyn Adams, les fueron prestadas a la pareja por la empresa Baker Hughes desde el 2019. Esta empresa trabaja en la construcción de la refinería de Dos Bocas con asignaciones de hasta 151 millones de dólares.
También de acuerdo con García Soto, Andrés Manuel no puede ver a su nuera por los lujos de los que hace gala en las redes. Como si la joven bróker de empresas petroleras tuviera la culpa de haber nacido en buena cuna y ganar millones cada vez que cierra un negocio petrolero. Porque hay que decirlo, Carolyn Adams sí trabaja.
Pero más allá de escándalos mediáticos, lo sustantivo es que nadie, a excepción de Andrés Manuel, practica la austeridad republicana en la 4T.
Impotente ante los señalamientos sobre la vida que se da su hijo, Andrés Manuel despotricó contra Loret y de paso le dio un llegue a Carmen Aristegui antes de manifestar: “no somos iguales”.
Y no sé de dónde saca tanta seguridad para repetir una y otra vez que los de la 4T no son iguales a los de antes, cuando la igualdad salta a la vista por evidente.
Pobre hombre, tanto como se desgañita en las mañanas diciendo que la corrupción ya se acabó, cuando somos el sexto país más corrupto del planeta.
Y tanto como promueve las bondades de la austeridad para que nadie, ni sus hijos, le hagan caso.
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