La previsible respuesta que le dará el Inai es que no puede entregarle información que por principio de cuentas no obra en su poder y que además está fuera de su ámbito de competencia, por tratarse de datos personales privados. Y la aún más previsible reacción del presidente será lanzar a sus hordas –en redes y en medios- a atacar al órgano garante del acceso a la información en el país, con la clara intención de hacerle lo mismo que busca hacer con el Instituto Nacional Electoral: someterlo o desaparecerlo.
Y entre lo que intentan demoler aceleradamente, junto con la libertad de expresión y de prensa y el derecho a la privacidad, se encuentra también la libertad de disentir, de pensar distinto de manera abierta y sin temor a sufrir represalias. Tal como sucede en las peores dictaduras.
Nuevamente, no es exageración. El dogmatismo fanático que caracteriza al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) alcanzó un altísimo cenit con la misiva que el grupo parlamentario de ese partido en el Senado de la República publicó en apoyo “incondicional” –hasta si violenta la Constitución, como es más que evidente- al presidente López Obrador, y en la que plantea un camino que podría llevar a México a una condición de país bananero.
“Los que se oponen al presidente de México no son más que un puñado de mercenarios que al ver sus privilegios mancillados luchan con todo su poder económico para que prevalezca el viejo régimen, en el que podrían hacer sus negocios sucios en la oscuridad. Son unos traidores a la nación, a la Patria y al pueblo”, afirmaron los senadores morenistas, en un peligroso e irresponsable llamado al linchamiento de quien piense diferente o ejerza su derecho a no estar de acuerdo con el actual gobierno.
Acusar a alguien de “traidor a la Patria” mientras se ensalza al gobernante como quien “simboliza los ideales de la nación, el pueblo, la independencia y la soberanía”, como hicieron los abyectos senadores –incluidos un doblegado Ricardo Monreal y una indigna ex ministra Olga Sánchez Cordero-, va de la mano con la constante y sistemática estigmatización de los periodistas críticos, con un propósito definido: derruir por completo cualquier posibilidad de disenso y pluralidad para imponer una voz única, la del líder mesiánico incuestionable.
Y lo que sigue después de eso es la persecución y la represión. Ya sea revelando información privada de particulares; ya sea persiguiendo a quien no se someta a los designios del “líder” con las armas fiscales –para lo cual Morena le acaba de otorgar a la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda la facultad de congelar cuentas bancarias a su entera discreción-; o de plano por la vía penal, inventando delitos -al estilo Cuitláhuac García con ultrajes a la autoridad- o bien retorciendo la justicia para aplicar revanchas políticas.
El régimen de la dizque “cuarta transformación” es una sucia reedición del priismo más rancio, podrido y autoritario, que sin escrúpulos aplica el terrorismo de Estado contra quien se le opone o critica. Pero que cuando fracasa, lloriquea. No por arrepentimiento por el daño causado. Sino por pura y mezquina soberbia.
Son ellos los que en realidad traicionaron a México.
Retirar el micrófono
Las protestas de los reporteros de la fuente legislativa en el Congreso de la Unión fueron una muestra del camino que hay que seguir ante los insultos y ataques del régimen a la labor periodística: silenciarlo.
Nada les duele más que eso.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras |