La tragedia dominó todos los informativos de la Unión Americana, desde las modestas estaciones de radio hasta las grandes corporaciones de televisión. Ayer sólo hubo una noticia destacada: la masacre de Uvalde.
“Toda la nación está en shock” dijo un comentarista televisivo y no mintió porque literal, allá todo mundo está en shock.
¿Y el mozalbete?
Cayó abatido por las balas de los policías que llegaron como enjambre en apenas minutos.
La víspera de ese ataque y de este lado de la frontera, hombres armados ingresaron a dos antros en Celaya y mataron a 11 personas.
Los sicarios llegaron en varios autos al bar del hotel Gala, ubicado en la colonia Valle Hermoso y dispararon contra quienes ahí se encontraban; luego caminaron unos pasos y dispararon en otro bar al que le prendieron fuego. El saldo fue de 11 muertos, ocho eran mujeres.
En su mensaje Joe Biden dijo: “Este tipo de tiroteos en masa realmente no pasan en ninguna otra parte del mundo” pero se equivoca. Acá los padecemos desde hace 25 años, pero se agudizaron con la llegada al poder de la 4T hasta convertirse en cotidianos. No hay semana en que no se registre al menos una masacre, sin contar los 80, 90 o 100 asesinatos diarios.
En Estados Unidos los 19 niños y dos mayores sacrificados serán recordados por generaciones. Acá de este lado del Bravo las ocho mujeres y tres hombres ya fueron enterrados y serán olvidados cuando ocurra otra masacre. Es decir, hoy, mañana o pasado mañana.
Allá la reacción de la policía fue pronta y a pesar del número de muertos que no pudieron evitar, evitaron un número mayor al abatir al mozalbete.
Acá de este lado concretamente en Celaya, los policías llegaron cuando el incendio se estaba sofocando, acordonaron el sitio de la aniquilación y eso fue todo.
Allá a Salvador Ramos le estaría esperando la silla eléctrica de haber sobrevivido. Acá a los delincuentes (lo dijo el presidente), hay que cuidarlos.
¿Qué tal durmió, gobernador?
Seis días después de su desaparición, el cuerpo de Viridiana Moreno Vázquez fue encontrado sin vida en Chachalacas. Si esta es una noticia cruelmente dolorosa para sus padres y amigos, es lo que le sigue a pésima para Cuitláhuac García.
En verdad lector, no me gustaría estar en los zapatos de este pobre hombre que estaba en el momento equivocado y en el lugar equivocado el día que protestó como gobernador.
Si no sucede otra cosa hoy tendrá que enfrentarse a un ejército de reporteros y contestar una andanada de preguntas. La principal, quién lo empinó para que declarara que Viridiana no estaba desaparecida sino resguardada.
Me comentan que cuando supo la noticia palideció y se pasmó. Y debe ser, ¿o cómo te pondrías lector si intuyes que el mundo se te va a venir encima?
Insisto, pobre hombre, nomás hay que ver como lo empieza a castigar la vida.
Imagino que ayer llegó a sus aposentos deseando que ahora sí lo llamen de Palacio Nacional y le ofrezcan una oficialía de partes o una subdirección de algo; cualquier cosa con tal de mandar al diablo la gubernatura.
La muerte de la joven quizá le produjo taquicardia, le alteró la presión arterial y disparó los niveles de su glucosa, lo que debió hacerle la noche muy larga.
A propósito, ¿qué tal durmió, gobernador?
bernardogup@hotmail.com
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