Se fue Buenrostro y entró Mario Delgado, quien sabía que traía el tiempo más corto que el resto, pues últimamente el presidente le ha aplicado con mayor evidencia la “ley del hielo”. El dirigente de Morena reconoce que deberá abandonar su cargo en breve, pues el mismo López Obrador ha dado instrucciones precisas. Sheinbaum será la encargada de nombrar al sucesor o sucesora.
Delgado llevaba el tema de los argumentos a manejar desde el partido sobre el aplazamiento de la reforma electoral en el congreso. El presidente no lo dejó hablar, prefirió comentarle dos o tres asuntos sobre el juego de la selección, y lo despachó. La frialdad con el titular de su movimiento no puede ser más notoria.
Al final entraron tres médicos con sus respectivos equipos, y es que el pasado domingo por la noche (después de toda la actividad física), el presidente se resintió de algunos padecimientos, particularmente de su hipertensión, asuntos cardíacos y dolores en columna vertebral.
La recomendación médica fue la misma de hace más de 15 días: no encabezar marcha alguna, mucho menos masivas o de esa magnitud, pues su condición de salud “no está para ello”. El presidente desobedeció, y no sólo eso, anunció que podría participar en otra más adelante, rumbo al quinto año o final de su mandato.
¿Por qué AMLO desoyó a sus médicos e insistió en marchar el pasado domingo? La respuesta es sencilla y desde Palacio Nacional me la comparten: no habrían reunido sin él (dejando de lado el número real de personas) ni la mitad de los asistentes. Era vital (costara lo que costara), su presencia, y el de Tabasco siempre lo supo.
Después de esas tres visitas, AMLO siguió viendo el juego.
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