El canciller agregó: “Yo supondría que lo que vamos a ver es un proceso en México conforme a la ley y de la extradición veremos, conforme se vaya avanzando, qué elementos aportan y qué criterio va a seguir la fiscalía, pero al día de hoy, yo esperaría un proceso aquí”.
Si mal no recuerdo, más o menos lo mismo dijo Jesús Murillo Karam sobre El Chapo. Por meses el entonces procurador le dio largas al proceso de extradición contra el delincuente más peligroso del país. Sólo cuando se les fue y lo recapturaron lo extraditaron casi al día siguiente.
Tener en una prisión mexicana a un sujeto como Ovidio Guzmán es un mal negocio, así esté recluido en el penal de máxima seguridad del Altiplano, cárcel de la que se fugó su papá.
Cuando Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” fue ingresado al penal del Altiplano, llevó con él dos cosas muy preciadas: paciencia y dinero. La primera le sirvió para planear muy bien su fuga y el dinero para comprar a todo mundo.
Si en las primeras semanas no lo dejaban ni respirar, al cabo de un tiempo la vigilancia se fue relajando y lo demás fue coser y cantar.
Con Ovidio está sucediendo lo mismo. Basta ver el imponente cerco perimetral compuesto por soldados y miembros de la Guardia Nacional alrededor del penal, para imaginar lo comprimido y atosigado que debe estar.
Con todo y eso lo conducente era su traslado de inmediato a Estados Unidos donde los custodios y directores de penales son difíciles de comprar. Lo que no sucede en nuestro país.
Ignoro si Ovidio que tiene 32 años de edad y por el que el gobierno de los Estados Unidos ofreció una recompensa de 5 millones de dólares, tiene la paciencia de su papá. Lo que sí tiene es dinero, muchísimo dinero que lo puede ayudar primero, a vivir como pashá en el reclusorio. Y después a volarse una barda, meterse en un carrito de ropa, hacer un túnel, comprar un globo aerostático… y adiós.
Espero equivocarme, pero sobre todo, espero no tener que escribir: “Ya ven, se los dije”.
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