Eduardo VI de Inglaterra (1537–1553) tenía un amigo llamado Barnaby Fitzpatrick, al que se refiere Thomas Fuller en su Historia de la Iglesia de Gran Bretaña como el "proxy for correction" (representador de la corrección) del que sería soberano.
Luis XV de Francia (1710–1774) tuvo como niño de los azotes al hijo de un zapatero de Versalles apodado hussard (húsar) por el disfraz que llevaba. Marie, marquesa de Deffand escribió en 1769 que este niño era castigado en lugar del rey. Esa es la razón por la que los franceses usan coloquialmente la palabra “hussard” como sinónimo para la víctima de un acosador.
Ha habido una gran polémica sobre esa costumbre como una forma de educación para los niños reyes, y no faltan autores que niegan su existencia, como John Gough Nichols que en 1857 afirmaba: “Todo el asunto es algo fantasioso”.
Respecto a este método, otros opinaban que funcionaba muy bien, como John Donne en 1628: “A veces, cuando los hijos de grandes personajes ofenden en la escuela, otra persona es azotada por ellos, y eso los afecta, y funciona de buena manera; pero si esa persona tomara la medicina por ellos en una enfermedad, no les haría ningún bien”.
Así que eso de poner a una persona para que reciba el castigo de otra no es una costumbre nueva, y para nada fue inventada por los representantes de la Cuarta Transformación en el caso de la magistrada Yasmín Esquivel Mossa, quien hasta ahora ha conseguido que el castigo por su delito de plagio lo reciba su tutora de tesis, la asesora experta en titulaciones a modo Martha Rodríguez Ortiz, a quien la UNAM está por imponer un castigo ejemplar.
Y la Yasmín, tan contenta en su cargo de la Corte.
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