Hoy por hoy, en Morena solo hay dos contendientes reales para suceder a Cuitláhuac García Jiménez –cuyo sexenio ya está muerto, políticamente hablando, mientras él nada de “a muertito”-: la propia Rocío Nahle García, que a pesar del revés jurídico y político sigue contando con la venia –condicionada a que la refinería de Dos Bocas funcione este año- del presidente Andrés Manuel López Obrador para que se mantenga en la contienda, y el diputado federal Sergio Gutiérrez Luna, cuyo principal activo es el apoyo que abiertamente le ha dado el secretario de Gobernación y también aspirante presidencial Adán Augusto López Hernández.
De hecho, la candidatura a la gubernatura en Veracruz estaría “amarrada” también a la definición a nivel federal: una eventual postulación de Claudia Sheinbaum favorecería las aspiraciones de Rocío Nahle, como la de López Hernández incidiría para que Gutiérrez Luna pudiese ser el abanderado morenista en la entidad. Aunque nada hay que impida una combinación diferente. Al final del día, la decisión final la tomará una sola persona, como en los tiempos de la “presidencia imperial” tricolor.
Porque eso de que las principales candidaturas se resolverán a través de una “encuesta” es una tomadura de pelo para encubrir la aplicación del tradicionalísimo “dedazo”, el clímax de la cultura priista que Morena lleva en su ADN político como un tatuaje. Prerrogativa que, por supuesto, ejercerá sin dudarlo un presidente tan a la “antigüita” como es López Obrador.
La incertidumbre provocada por el activismo electoral desbocado y sin frenos de Sheinbaum, López, Nahle y Gutiérrez ha soltado a la “jauría” dentro de Morena, el recargado nuevo partido oficial, donde de la misma manera como sucedía en los “mejores” tiempos del PRI, se van a destrozar entre ellos por la ambición de mantenerse o alcanzar el poder, ante una aparente seguridad de que la sucesión se va a resolver hacia adentro.
Y es que en el bando opositor siguen sin dar trazas de nada. A nivel nacional la alianza PAN-PRI-PRD navega en arenas movedizas, mientras que en Veracruz se manejan varios nombres pero nadie realmente se ve que esté haciendo trabajo político a nivel estatal. Y faltando año y medio para la elección, eso casi equivale a entregar la plaza a quienes tienen el control de la maquinaria electoral, jalaron a su “causa” a los viejos “mapaches” del antiguo-nuevo régimen y cuentan con una millonada de dinero con la cual organizar una elección de Estado en toda la línea.
Entre tanto, las “cuchilladas” por la espalda, golpes bajos y zancadillas están a la orden del día dentro de la neoclase política veracruzana, donde al parecer su ignorancia no les da para entender que las peores venganzas se dan entre “camaradas de partido” cuando se disputan el poder.
Como dijo la propia Nahle en un tuit publicado apenas la Corte falló en contra de la fracasada reforma constitucional que fue motejada con su apellido: es “temporada de zopilotes”.
Y los despojos de algunos pronto serán carroña hedionda.
El nuevo amigo de Rocío
Hablando de zopilotes, a Rocío Nahle le salió un nuevo “defensor” en redes. Ni más ni menos que el ex gobernador Javier Duarte, quien en su acostumbrada sección “tuiteo desde el bote y nadie me lo impide”, escribió que “el Art. 116 de la Constitución Federal establece claramente los requisitos para ser Gobernador y nos guste o no, @rocionahle los cumple. Todo lo demás es ignorancia o grilla”.
Como le contestaron ahí mismo, alguien quiere que lo saquen de la cárcel.
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