Debemos reflexionar sobre el incremento de la violencia como ejercicio cotidiano de nuestra sociedad, manifiesta en sus múltiples y criticables formas. Desde la violencia como eje de los discursos que construyen amigos/enemigos en la vida nacional, hasta aquella atribuida a organizaciones criminales que se ha vuelto incontrolable o las simples maldades de la “normalidad” mexicana.
Vivimos en un país en el que desaparece una persona cada hora, donde 500 mil mexicanos han sido asesinados en los últimos 23 años; y que desde 1962 al 2 de agosto del 2023 se ha reportado la desaparición de 290,824 personas*. De ellas, 110,106 han desaparecido en los últimos 5 años. Un país con altas tasas de feminicidios, con un promedio de 10 mujeres víctimas por día. Donde también se ejerce cotidianamente violencia y abuso contra niños y niñas y adolescentes.
A esa violencia penosamente cotidiana se agregan las que ahora se hacen cada vez más presentes, que se relacionan con acciones públicas o políticas, esa violencia política de género que desde las mismas instituciones se busca “normalizar” porque –dicen-, “la política es muy pinche y todos la sufren, hombres y mujeres, y por eso no debemos sorprendernos sino aceptarlo”, “aguantar vara en lugar de andarse victimizando”.
El escenario es de catástrofe porque alimenta las posibilidades de que los vasos se derramen. Que la lógica de esa política pinche permee hasta concebir una sociedad pinche y que al vivir en ella pues no queda más que aguantar lo que sucede como normal. Entonces se justificará que un imbécil agreda con la fuerza de sus complejos a un adolecente o que una turba queme y robe la casa de cualquiera o que haya abuso y hostigamiento de personas perversas, total que solo hay que aguantar vara.
En medio de esto y como envoltorio a nuestras evidentes taras, los discursos de odio, las intolerancias, el desconocimientos de las civilidades, el incumplimiento de las reglas, de las leyes, realizado desde la justificación de una justicia servida a la carta de los iluminados y poseedores de la verdad. ¿La ley? ¿Las reglas? Solo se aceptan si se apegan a la visión dominante, resguardadas en la identidad construida por el “pueblo”, “su pueblo” que no es todo el pueblo. Planteada desde los voceros de ese pueblo, sus representantes auténticos e indiscutibles.
Cómo hacemos para mejorar un clima tan descompuesto. Qué acciones individuales y colectivas debemos hacer para poner freno al remolino de pasiones e intereses que ya anuncian momentos que, de no contenerse, serán sin duda de alto riesgo para todos.
Insisto en la urgente necesidad de atemperar las discusiones políticas y sociales. En respaldar el Estado de Derecho para cada acción, asumiendo autocríticamente nuestras debilidades de convivencia democrática para obligarnos a conciliar las mínimas coincidencias aun entre actores opuestos.
Las actuales circunstancias demandan el diálogo entre distintos, sobreponiéndonos al pasmo y la incapacidad de abrir caminos para darnos una oportunidad distinta a la que parece estarse conformando como una realidad aciaga. Hagamos todo lo posible. Para ello la participación ciudadana es insustituible.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
En el quinto año de gobierno se ofrece construir una bodega con todas las medicinas del mundo para evitar el desabasto de medicamentos. ¿No que no había desabasto? ¿Por qué no fue desde el primer año?, que pena.
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*Expansión/Política. En el México actual, un desaparecido cada hora. 02 2023agosto |