El fenómeno Xóchitl fue su némesis.
Le arrebató la narrativa y corrió el maquillaje de la realidad nacional e inició el desmantelamiento de su principal pretexto de poder que son los pobres.
Ya mismo una singular coincidencia nacional de repudio a Morena recorre las arterias de la república.
A la par, la opinión pública registra en el día a día la irritación presidencial ante el avance de Xóchitl, una Xóchitl imparable que tiene herido de muerte al corazón del poder y el propio orgullo de López Obrador impotente al no poder controlar el desmesurado respaldo nacional de quien no era nada hasta que le dio en las narices con la puerta de Palacio Nacional.
Alertar por tanto desde ahora lo que puede suceder a la república ante una eventual tragedia no es insano.
La denuncia pública de líderes de opinión sustentada en el visible ahogamiento presidencial es de considerar particularmente en momentos en que para colmo todo le sale mal al ciudadano presidente.
La botella con un litro de gasolina mostrada por Roció Nahle en “Dos Bocas”, refinería que tuvo un costo de 240 mil millones de pesos fue la burla nacional, sobre todo luego del anuncio presidencial de que finalmente arrancaba con una producción de 230 mil litros de petróleo por día.
Sólo fue un litro.
Más mofa representó la puesta en escena del Tren Maya, que en el marco del V Informe de gobierno se inauguró con una ceremonia-recorrido a todo lujo.
El drama, sin embargo, sucedió cuando el trenecito empezó a correr a 30 kilómetros por hora cuando su velocidad promedio debió ser 140 kilómetros. La desgracia fue acompañada de una falla mecánica que lo tuvo parado por horas.
Su inversión, 143 mil millones de pesos.
Y eso de obligar a los pasajeros y a las aerolíneas a utilizar al inservible aeropuerto Felipe Ángeles radicando forzosamente parte de sus rutas y vuelos en esa terminal provocando serios quebrantos financieros, sería la gota que derramaría el vaso.
Son señales de la desesperación presidencial. Son palos de ciego ante la incompetencia para la gobernabilidad.
Todo ello en el marco de las 126 mil mentiras que ha dicho a lo largo de su mandato. Todo en un escenario de violencia y muerte provocados por los presuntos aliados del crimen organizado que han dejado una estela de 156 mil 66 muertes (hasta ayer, según INEGI).
¿Y la corrupción y la angustia nacional por la escasez de medicinas, y el hambre y pobreza y el nepotismo reseñado en pomposas fiestas de la propia familia presidencial en las mismas sedes criminales?
Por ello los más se abrazan a la bandera de Xóchitl, una auténtica mujer sencilla, malhablada, de extracción indígena que ha llamado a la reconciliación nacional y el regreso al camino de la legalidad.
Aseguran los propios morenos que ante el arribo de Xóchitl quedó al descubierto el lado débil del proyecto lopezobradorista y que ahora resulta mucho más fácil desafiarlo.
La polarización empezará a cobrar facturas amén del progresivo desmantelamiento del poder en donde en un año, en un escenario de democracia y legalidad, Andrés Manuel López Obrador no será más que un ciudadano que se va a ir a “La Chingada”, su rancho.
Tiempo al tiempo.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo
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