¿Quiénes fueron sus verdugos?
En primer lugar, el Bola #8 -el Frankenstein inventado por ella misma- quien a la par de Manuel Huerta Ladrón de Guevara se le fueron a la yugular.
Así, a unos días de la elección que defina su candidatura, coordinación o como se llame, los números no le cuadran.
No ganará en las encuestas ni con el dedazo del Peje ya que por más que los delegados morenos, los contadores de votos, se escondan en un bunker, comisionados y observadores de su mismo partido estarán atentos de que no se consume la operación tamal.
En realidad, la Nahle nunca entró en el ánimo de su partido, menos en el veracruzano que, bajo ninguna circunstancia admitiría que nos gobierne una zacatecana.
La dama es una mujer de sangre pesada que en los últimos años se acostumbró a mandar, a gritar madre y media desde sus escalones de poder, a regañar y ofender a sus subalternos y a disponer de carretadas de dinero.
Lo importante en todas sus encomiendas, fueran legislativas o del servicio público, no eran precisamente para cumplir, sino para crear un espectro escenográfico que apantallara al jefe, otro ignorante igual que ella en la cosa pública.
Esa fue su misión misma que le redituó dinero y poder.
Su peor karma sería, sin embargo, Dos Bocas. De seis mil millones de dólares a 20 mil millones de dólares -360 mil millones de pesos- sería el costo de ese elefante blanco inservible que al menos en el siguiente lustro no arrojará un barril de petróleo refinado ni un litro de gasolina.
Y cuando empiece la producción de 340 mil barriles diarios no habrá dónde ni como almacenarlos ni transportarlos a menos que se compren miles de pipas para llevar a su destino el energético.
A Nahle se le olvidó además el pequeño detalle de comentarle al jefe que no hay ductos que saquen el petróleo, ni la gasolina de Paraíso, como tampoco existe un metro de ducto para transportar el gas.
Es por ello que en los círculos de poder se cree que Rocío Nahle no renunció, sino que fue renunciada para hacerla candidata perdedora.
Aún así, la zacatecana muy orondamente vino a refugiarse a Veracruz, “tierra donde he vivido hace 35 años” para que, con la venia del señor, gobierne esta tierra.
No contó con que otros ambiciosos, otrora sus mozos, con intereses personales a quienes prohijó y patrocinó, se encargarían de ponerle el pie para que tropezara.
A ello se sumaron las campañas, millonarias por cierto, del Bola #8 y Gutierritos -este último no es nada, pero como ha dado guerra-, así como las de Manuel Huerta.
Todos se le fueron a la yugular por más que Nahle buscó apoyarse en el diputado Juan Javier Gómez Cazarín, quien nomas no pudo contener la embestida de sus examigos mafiosos.
El dinero de Cuitláhuac tampoco bastó para vestirla de jarocha y ponerla a bailar La Bamba.
Sus discursos fofos y ridículos en muy poco ayudaron a su causa y en la víspera de la selección de su gallo dejan fuera a la gallina.
En realidad, es una lástima que Rocío Nahle oriunda de Río Grande, Zacatecas no sea la candidata ya que la victoria de la oposición sería papita.
Costará más trabajo contender con Eric Cisneros, quien aun cuenta con el apoyo del crimen organizado o con el propio Manuel Huerta, quien abrazado a López Obrador buscarán no perder la plaza a manos de Pepe Yunes, quien se perfila como el abanderado del Frente Amplio por México (Veracruz) para ganar la contienda el primer domingo de junio del 2024.
Pero bueno, en tanto se fagocitan entre ellos demos tiempo. Nadie muere en la víspera.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |