Descalificación tras descalificación que sirve como botón de muestra de lo que ha sido el sexenio y una de sus más funestas consecuencias: la fractura total de la sociedad mexicana en dos bandos, con la correspondiente estigmatización de quien no se somete a los designios del “líder”, que en el ocaso de su poder se retuerce más intolerante que nunca ante cualquier crítica y convoca a linchamientos –todavía verbales- de sus antagonistas.
Aunque de López Obrador no podría esperarse ya algo diferente. La agonía del sexenio lo volverá más violento aún contra quienes le critiquen. Sin embargo, es más grave que quien aspira a sucederlo –y hasta ahora lidera las tendencias- retome el discurso pendenciero y polarizante, arremetiendo en insultos contra los ciudadanos a los que pretende gobernar.
La candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum, fue igual de virulenta que López Obrador y atacó a la ciudadanía que invirtió una parte de su domingo –en algunas ciudades, en condiciones climatológicas muy adversas- para hacer valer su derecho a la libertad de expresión, manifestación y tránsito.
“Resulta importante señalar la falsedad e hipocresía de aquellos que hablan o marchan por la democracia cuando en su momento promovieron fraudes electorales o nunca vieron la compra de votos”, afirmó Sheinbaum durante su registro ante el INE como candidata presidencial.
Esa es la persona que quiere gobernar a los mexicanos. Una que desprecia a esos millones de personas que no piensan como ella y que, como su mentor y jefe político, intenta hacer creer que el “pueblo” solo es aquél que apoya a su grupo, que depende de sus programas clientelares y con cuya necesidad lucran miserablemente.
Pero no. El pueblo lo integramos todos los habitantes de este país, todos los ciudadanos mexicanos. Y una muy considerable parte del mismo cree que están en peligro las garantías y libertades democráticas que tomaron decenas de años alcanzar. Y por eso salió a las calles a demandar que, más allá de quién gane las elecciones del 2 de junio, éstas se lleven a cabo en libertad; que se respete la división de poderes; que se garantice la libertad de expresión y pensamiento; y que no se involucione hacía estadios premodernos de concentración del poder, autoritarismo y régimen de partido hegemónico.
Ése fue el mensaje que los ciudadanos enviaron este domingo 18 de febrero desde 120 plazas públicas del país, y a quienes los que gobiernan hoy y pretenden gobernar mañana solo supieron insultar.
Los inventos del rector y el papelón de la UV
En lugar de defender lo que por derecho y ley le corresponde a la Universidad Veracruzana, el rector Martín Aguilar decidió nuevamente doblar la cerviz hasta casi partírsela en dos.
El rector “cuatroté” le entregó un reconocimiento como “inventor” al gobernador Cuitláhuac García al lado de verdaderos científicos universitarios, cuando lleva por lo menos cerca de diez años alejado de la academia y dedicado de tiempo completo a la política.
A menos que se refieran al invento de que Veracruz es uno de los estados más “seguros” del país. Ahí sí, ni como contradecirlos. ¡Una invención de magnitudes históricas!
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