Al mediodía de este lunes, un grupo de sicarios fuertemente armados dejaron esparcidos los restos de al menos dos hombres, desmembrados, en el parque central del municipio norveracruzano de Cazones de Herrera, frente al palacio municipal, a la vista de las personas que transitaban por ahí para hacer su vida cotidiana. Y para hacer más visible su desafío, los delincuentes dispararon las metralletas que llevaban consigo. No solo para sembrar terror, sino para evidenciar que ahí no hay más autoridad que la suya.
Indescriptiblemente, esas escenas de cabezas, torsos, brazos y piernas tirados en la vía pública se han vuelto, por desgracia, parte de la cotidianidad de muchos poblados en el estado de Veracruz. La zona norte de la entidad con mayor frecuencia y salvajismo en las últimas semanas, aunque en realidad en cualquier región están ocurriendo hechos similares.
La respuesta del gobierno de Veracruz, como la de todos los órdenes de gobierno, es tan timorata como siempre. “No habrá impunidad”, juran, mientras en sus inútiles mesas de “construcción de la paz” destacan en sus informes, como el de este mismo lunes, que habían pasado ¡dos días! sin registrase homicidios en la entidad. La estadística se les volvió a pudrir.
“En política, los vacíos se llenan”, dice una conocida frase del argot de la propia política, que explica lo que ha sucedido en México ciertamente no solo en este sexenio. El gobierno fue cediendo espacios a la operación del crimen organizado hasta convertirse en una verdadera amenaza para su propia viabilidad desde hace por lo menos 40 años. Y sin que resulte realmente una coincidencia, algunos de los responsables de aquellas añejas complicidades siguen vigentes en la política actual, lo cual explica muchas cosas y es sintomático del desastre que se vive en nuestros días en el país.
Las consecuencias de esa renuncia gobernar más allá de la propaganda, son pavorosas. México es un río de sangre en el que cada vez más seguido, los criminales retan al Estado mexicano con demostraciones dantescas de brutalidad, en sus narices y a plena luz del día.
Ninguna autoridad está, a estas alturas, dispuesta a restablecer el estado de Derecho, al grado que se le ha dejado esa tarea a quien se atreva a asumirla. Como la Iglesia Católica en el caso de Guerrero; o como la sociedad civil en plan de autodefensa y justicia por mano propia en varias zonas del territorio nacional.
Y ese vacío, provocado por un gobierno alcahuete e irresponsable, está poniendo en serio riesgo las elecciones de este año.
El “defensor de oficio” de Nahle
Como si no le hubiese “llovido” todo el fin de semana por el tema de su mansión en “El Dorado”, a Rocío Nahle le salió un “defensor” que, “oficiosamente”, pretendió “explicar” el origen de la lujosa propiedad y, como todos los demás pagafantas de la semana pasada, terminó por “empinarla” todavía más.
Porque el hecho de que sea Javier Duarte quien te salga a defender –y a confirmar que la “casita” sí es tuya- no es precisamente algo que mejore tu imagen.
Pero también explica muchas cosas.
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