Según muchas encuestas, la candidata presidencial del oficialismo mantiene una distancia inalcanzable para la candidata presidencial opositora. De ser cierta tal afirmación, desde la racionalidad política no se entiende la ilegal y cotidiana intromisión del discurso presidencial, quebrantando el marco jurídico para apoyarla un día sí y otro también, desoyendo incluso las sanciones del INE. De cualquier manera, flaco favor le hace a su candidata la injerencia y belicosidad del señor del dialogo circular que hace unos años hizo famosa la frase de “cállate chachalaca” contra el entonces presidente Fox, ante comportamientos entonces reprobables pero que ahora son plenamente aceptados, por los que antes se quejaban, pero también ilegales.
Si la elección presidencial tiene un resultado definido como repiten e intentan hacernos creer a los electores, y si la ventaja de Claudia es de tal magnitud como la presentan, ¿qué objeto tiene tensar políticamente las condiciones del país y las leyes y reglas como lo hace el presidente, convirtiéndose en una chachalaca? ¿Acaso será, como dicen algunos, que ellos tienen otros datos?
En numerosas ocasiones el presidente ha mostrado su talante intolerante y autoritario, sin embargo en los últimos años lo adereza con el reclamo de su lugar en el olimpo histórico nacional, ocupando el plano estelar de la soberbia y la egolatría. Y es que el señor se ostenta como el único y legítimo representante del pueblo, de ahí que lo que diga o haga tiene plena justificación, y quienes lo agreden no lo dañan a él, sino al pueblo –uno que él imagina y que solo incluye a quienes le aplauden, lo que sin duda tiene un tufo autocrático-.
Por ello es que para López Obrador la continuidad o no del proyecto del gobierno actual es más que un proceso electivo normal consustancial a cualquier sociedad medianamente democrática. Para este presidente es la gesta histórica contra los enemigos del pueblo o contra él como su encarnación. La megalomanía es tan trágica como las consecuencias del desprecio a lo que es distinto o lo confronta. Su enfoque fundamentalista ha profundizado nuestras crisis a las que ha negado o minimizado, pues solo es verdadero o importante lo que él reconoce como tal, y lo demás no existe, no es cierto o es una engañifa de sus adversarios, colocando al país en un angustioso y peligroso proceso de descomposición política y social.
Recientemente, el presidente viene insistiendo y asegurando que, de cara a los resultados del 2 de junio, nos acercamos a un golpe de estado técnico, según dice, fraguado desde la oposición junto con el Poder Judicial, para quitar su proyecto del poder. Bueno, pues lo que parece dicha afirmación es que el señor prepara el terreno para contradecir resultados electorales adversos, como lo ha hecho desde el 2006. Al señor no le gusta perder elecciones y ya está pensando en imponerse a la mala en la de este año, doliéndose adelantadamente de un “fraude electoral”.
Desde ahora grita “al ladrón, al ladrón” para ocultarse como el verdadero forjador de un proceso electoral manipulado desde el gobierno y descompuesto en su legalidad. Por supuesto que la obediente candidata oficial repite el guión presidencial, agregando preocupaciones a nuestras vivencias políticas y sociales.
La figura nacional con más poder, con el presupuesto, las instituciones y las fuerzas armadas a sus órdenes, alarmado porque existe la posibilidad de perder la elección presidencial. Porque no es cierto que todos lo quieren, porque hay muchos mexicanos agraviados que no van a votar por la continuidad, porque no posee la verdad y la distancia entre Claudia y Xóchitl se reduce cada día más.
No presidente, no habrá un golpe de estado técnico desde la oposición. Lo que seguramente sucederá es que la sociedad se organizará para salir a votar masivamente en su contra, para rescatar al país de su visión fundamentalista, para defender la democracia y las instituciones que tanto esfuerzo nos costaron. Eso no es un golpe de estado técnico. En democracia se llama tan solo perder o ganar elecciones. Nada más.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Nunca fuimos Dinamarca en salud. Menos con una reducción, en dos años, de 157 mil millones de pesos.
mquim1962@hotmail.com
X: @mquim1962 |