Su peor momento fue el que debería haber sido el mejor: la salida. Se puso a leer su mensaje final y lo que habría sido un gran gesto, mostrar la bandera que la “4t” suele secuestrar como si le perteneciera, fue tirado a la basura cuando la mostró al revés, convirtiéndose en un meme.
No es que Claudia Sheinbaum lo haya hecho mejor. La candidata oficial fue a salir viva del ejercicio y se notó que se preparó para mantenerse en un papel, un personaje y hasta en una postura física, lo que la llevó a evitar responder a cualquier clase de cuestionamiento.
Quizás el peor momento de Sheinbaum fue cuando dijo que ya era “demasiado” hablar de mujeres –claro, porque la política del actual gobierno hacia ellas ha sido vergonzosa y ha provocado un ascenso en la violencia en su contra- y cuando evadió grotescamente pronunciarse respecto del aborto, evidenciando que eso de que “es tiempo de mujeres” solo lo usan para el discurso. Es una escenografía hueca.
El que obtuvo los mejores dividendos fue el emecista Jorge Álvarez Máynez. Sin nada que perder y todo que ganar, ganó la “guerra de los memes” con su sonrisa ñoña y su torpe mensaje en lengua de señas. Pero logró lo que fue a buscar: darse a conocer ante el electorado que antes del domingo o no tenía ni la más remota idea de quién es, o sus referencias solo eran sus lamentables desplantes etílicos junto con su amigo el “junior” gobernador de Nuevo León, Samuel García.
Casi por diseño y concepto, los debates mediáticos en tiempos de campaña son más bien un espectáculo, un show en el que a lo que menos se va es, irónicamente, a debatir ideas, propuestas y visiones de gobierno. Su foco es quién dice la frase más ingeniosa, quién mantiene el temple ante los ataques y las exhibiciones, quién se equivoca y quién saca de sus casillas a sus oponentes. Por cierto, con efectos mínimos en las tendencias electorales.
Pero de debatir lo verdaderamente importante para el país, poco o nada. Nadie va a realmente a debatir, por lo que nadie gana lo que ni siquiera intentó hacer.
Aunque sí hay quien pierde: la ciudadanía, que sigue siendo, al parecer inevitablemente, rehén de las ambiciones de una clase política que no está a la altura de las circunstancias de un país herido, coaccionado y violentado, pues no ofrece nada diferente y mucho menos mejor.
Y esto es lo que hay.
Vileza
Escudarse en la violencia política de género para evadir los cuestionamientos sobre el desempeño en la función pública y un estilo de vida que no corresponde con lo devengado en un encargo gubernamental, es de lo más vil que puede hacerse en un estado como Veracruz, puntero en feminicidios a nivel nacional en este sexenio.
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