En algunos conglomerados feministas se ha puesto de moda un verbo que me temo que no está en el diccionario de la RAE ni es aceptada como tal aún por la Real Academia: transversalizar.
Existe, sí, el adjetivo “transversal”, del que interesa para este fin una de las seis acepciones que da el diccionario: “5. adj. Que atañe a distintos ámbitos o disciplinas en lugar de a un problema concreto. Estudio transversal.”
Y por desinencias hay el adverbio “transversalmente”, el sustantivo “transversalidad” y el adjetivo “transversa” o “transverso”.
Pero ese chistoso verbo transversalizar, que utilizan graciosamente sesudas investigadoras y doctos analistas, no tiene un lugar en la lengua castellana, aunque en unas de ésas nos da la sorpresa de que se generalice su uso al grado que se vuelva parte de nuestro idioma, o de algunos de nuestros dialectos.
La otra palabra que está convertida en la sensación de la temporada entre los intelectuales orgánicos -que están en contra de AMLO- y los inorgánicos -que están a su favor- es “narrativa” como sinónimo de “narración”, que acepta la Academia pero que se vuelve chocante porque la dicen todos los que se quieren hacer pasar por muy exquisitos en el hablar, como sucedió hace algunos años con el término “semiótica” que no es más que una forma rara de decir “semiología”.
Escuche usted una mesa de análisis, oiga una de las interminables discusiones sobre el proceso electoral que estamos viviendo, lea alguno de los miles y miles de artículos escritos sobre las candidatas y los candidatos, y le aseguro que cuando menos se lo espere le aparecerá la palabrita en cuestión, dicha o escrita con una suficiencia digna de mejores fines. Que la narrativa para acá, que la narrativa para allá, que la narrativa por acullá, siempre presente para decir algo que el emisor no sabe cómo expresar realmente.
Ahí las tiene usted, “transversalizar” y “narrativa” si quiere caer en la tentación de vestir su habla con el último grito de la moda... lingüística.
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