¡Vaya!, ya no estamos seguros en ningún lado, ni con nadie. Hace una semana le platicaba la historia de Juanita, nombre usado para proteger su verdadera identidad, quien decidió vender su casa por conducto de una inmobiliaria para hacerlo más seguro.
Usted recordará la trágica historia del matrimonio pozarricense, que fue tendencia en redes sociales por haber puesto a la venta una camioneta, que, al momento de ir a mostrarla a un potencial comprador, terminó en privación de la libertad y posterior declaración de desaparición.
O los famosos cheques de “hule” en donde el comprador va contigo al banco a depositar el cheque con el importe de la compra, y ves como el saldo aparece en tu cuenta, entonces entregas las firmas, papeles y el objeto de la venta, sin saber que al día siguiente la cámara de compensación te hará una jugada, al descubrirse que ese cheque es ‘rebotado’ por falta de fondos.
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Y pues, ni a quién reclamarle, al comprador no lo conocías, no te dejó más datos y te quedas como el chinito, ‘milando’ como le salieron alitas a tu patrimonio; y por ese motivo es que Juanita buscó -más vale- pagarle a una inmobiliaria para vender su casa.
Mejor así, no hacer el trato personal, porque el otro riesgo es el que consiste en que una vez cobrando lo de la venta, alguien que no debe se entera y más tarde que pronto te cae la extorsión para entregar el dinero.
Bueno, hay más fraudes, no es por preocuparlos, pero de qué manera nos explicamos este estrés que sufrimos si no es, ante tantos riesgos. Pero lo más peligroso es que ahora resulta que cada vez podemos confiar en menos personas.
Juanita, por ejemplo, entregó todos los documentos personales y de propiedad que la amparaban como dueña, para poder vender, y en menos de veinte días, coludidos con notarios públicos, y con funcionarios bancarios, le sacaron un poder, le abrieron una cuenta bancaria en donde le depositaron el dinero, para posteriormente ellos mismos -los estafadores- sacarlo a otras cuentas, seguramente también falsas.
Dejando hipotecada la propiedad con una deuda, de un dinero que nunca recibió; pues los estafadores celebraron una compraventa sin sus firmas y sin su consentimiento, pues hicieron apoderado a una persona que, ni de nombre conocía.
Hay que aclarar que eso no lo hizo la inmobiliaria en sí, sino las personas a quienes hizo llegar esos documentos para procesar la operación, es decir para prepararla, sin que se concretara nunca, de manera legal; pero sí fraudulenta con personajes simulados.
O sea, con qué facilidad circulan nuestras credenciales, y papeles en whatsapp o en Facebook, o en las redes, ya ni siquiera por correo.
Es verdaderamente imposible oponer resistencia a la inmediatez de las comunicaciones y a la rapidez con la que vivimos, sobre todo a la distancia, a lo no presencial, bueno; ¡¿pues qué deveras nadie nos protege?!
¿Qué de verdad estamos en la indefensión total? Cada vez que hacemos llegar nuestra información por esos medios; que nadie, puede hacer absolutamente nada para frenar esos fraudes, de los que diariamente hay más víctimas.
No es posible, que un día pueda amanecer hipotecada nuestra casa, porque alguien con acceso a la información clave tramitó un crédito a nuestro nombre. O sea, ya no estamos hablando de una compra en línea, que, si duele, pero la cuantía es mínima.
Alguien puede pedir millones a nuestro nombre y el banco de brazos cruzados creyendo que, si fuimos nosotros, qué controles, que estrategias, qué seguridad podemos reconocer en las leyes, en las instituciones, en las fiscalías.
Pues ¿qué si de plano, estamos a merced del hampa, combinada con ingeniería social y redes de corrupción? Y ya no se diga de la impunidad. Pues parece que sí, entonces, es mejor o por lo menos lo único que podemos hacer para protegernos, no descuidar nuestra información y no darle acceso a ella a cualquiera, sin saber que es una persona confiable.
Exigir que a nuestros datos no se les dé un uso no autorizado por nosotros y antes de que se me olvide, quitarnos esa costumbre de tirar a la basura documentos que revelen información de la clasificada como personal, no sabe el tesoro que es para quienes con mala intención hurgarán en esa basura para encontrar ahí hasta nuestro ADN o la carta astral.
Así de delicado, aunque suene a broma, pero no baje la guardia en estas vacaciones, y recuerde si tiene deudas o dudas, mejor llame.
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