La segunda, la advertencia que hace al expresar que se las va a cobrar “así sea lo último que haga en su vida”.
Lo jurídico, lo legal, lo penal, en sí, perdió sentido… lo relevante para muchos fue el cómo esa “persecución política” contra los hijos de Yunes, el padre la convierte en un asunto particular, en un pleito personal, entre él y Cuitláhuac García, contra Verónica Hernández y de refilón, contra la Gobernadora electa, Rocío Nahle.
Es claro que la línea que divide lo político de lo personal es más delgada que navaja Gillette… pero ambos lados cortan, rasgan, lastiman, sangran.
Se dice que Yunes Linares hace personal esta persecución política porque advierte en su discurso que él nunca se ha metido con los hijos de un adversario; “es una bajeza. Se metieron con los míos. Aunque sea lo último que haga en la vida se los cobraré a todas y a todos los agresores, no tengan duda”.
Es comprensible la posición de Don Miguel y estamos de acuerdo en que sería una bajeza que en un conflicto entre políticos, se metieran con la familia… como se metieron con la familia de Pepe Yunes… como se metieron con la hija de Nahle… como se metieron con Ernesto, el hijo de AMLO… como con los hijos de Miguel Ángel Yunes Linares… “etc, etc, etc”, dijera Hedwig, de Fragmentado.
Al final, duele más el cuero que la camiseta… por eso es comprensible y entendible que Don Miguel omita un ligero detalle: sus hijos son animales políticos como él, están inmersos en la política, y es seguro que sepan a lo que se metieron cuando decidieron participar en ella.
Al final, insisto, es comprensible el coraje de Don Miguel… al final, papá.
Es seguro que Yunes Linares esté consciente que hoy por hoy, quizás sea una de las batallas más desigual que viva en su larga carrera política. Sabe lo que es estar contra las cuerdas pero hoy su contrincante tiene mayor peso, quizás no técnica pero sí mucho peso y peor tantito: el réferi (cualquiera que éste sea) parece cargado a favor de su rival.
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