Al día siguiente y en su primera conferencia mañanera que coincidió con el aniversario número 56 de la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, la secretaria de Gobernación Rosa Icela Rodríguez, pidió perdón a nombre del Estado mexicano por ese crimen de lesa humanidad que cometió el Estado mexicano. Se volvió a hablar de que jamás se daría la orden de reprimir al pueblo y horas después, militares atacaron a un grupo de migrantes en Chiapas, mataron a seis e hirieron a diez.
¿Claudia dio la orden de que dispararan? Por supuesto que no. Pero al apresurarse a decir que dos soldados están en manos de las autoridades para que respondan por estos hechos, los está dejando a su suerte y se está deslindando del hecho, cuando como Comandanta Suprema debería responder por ellos.
Sin el apoyo de su Presidenta, esos soldados y sus familias están viviendo una tragedia. Y esto puede ser la mecha que prenda el descontento de las Fuerzas Armadas por la costumbre de los presidentes emanados de Morena de deslindarse de ese tipo de responsabilidades.
Lo mismo ocurrió con López Obrador cuando ordenó al secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval, dar a conocer el nombre del mando que encabezó la detención de Ovidio Guzmán en el famoso “Culiacanazo”.
El general secretario obedeció a su superior y soltó el nombre en público, con lo que puso al soldado en la mira de los delincuentes que ni perdonan ni olvidan. Y al lavarse las manos de esa manera, López Obrador dio muestras de lo poco que le importaba la vida de esos hombres y mujeres que lo arriesgan todo por su patria… y por su presidente.
Lo mismo está haciendo Claudia al mandar al cadalso a esos soldados que de seguro obedecieron la orden de disparar. ¿Qué clase de Comandanta Suprema es la señora?
El viernes por la mañana el alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, dio la última entrevista de su vida (obviamente sin saberlo) al periodista Ciro Gómez Leyva. En ella manifestó su pesar por el asesinato del secretario del ayuntamiento, Francisco Gonzalo Tapia y pidió la protección de las autoridades. Pero fue asesinado y decapitado horas después cuando tanto él como su segundo de a bordo, habían tomado posesión de sus cargos apenas seis días antes.
Claudia Sheinbaum, que ofrece sus conferencias de prensa en el Salón Tesorería como lo hacía López Obrador, que lo hace con el mismo formato de López Obrador, que invoca con preocupante frecuencia al “presidente” López Obrador y a la que señalan de ser títere de López Obrador, dio la misma respuesta que López Obrador: “Lamentamos mucho la muerte del alcalde… las autoridades ya investigan”.
Lo cierto lector es que el ambiente se está poniendo muy espeso. En algunos puntos de la geografía nacional se respira hartazgo, furia, frustración y desesperanza, que se pueden desparramar al resto del país y convertirse en algo más que una migraña para la titular del Ejecutivo.
Es tanta la presión que hay sobre Claudia Sheinbaum que nadie esperará cien días para evaluar a su gobierno. Si en los primeros cincuenta días no se ven resultados efectivos contra la inseguridad y la violencia, puede que no se le caiga el país como lo pronosticó Xóchitl Gálvez, pero sí que el país le caiga encima.
Aguas, señora Presidenta
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