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El castillo de naipes que con tanto ahínco construyó Cuitláhuac García se está derrumbando. Esa cadena bien detallada de actos de abuso del poder se sostenía con un solo elemento: “las instrucciones del gobernador”, se desplomó cuando el que ordenaba dejó de hacerlo.
El pasado lunes Rogelio Franco Castán fue notificado de que recuperaba de forma absoluta su libertad, luego de permanecer más de cuatro años en prisión (la mayor parte de ese tiempo en el penal de Pacho Viejo y el último año en su domicilio).
El Primer Tribunal Colegiado del Séptimo Circuito le concedió a Rogelio Franco el amparo 10/2024, ordenó su liberación inmediata y la no vinculación a proceso.
Secretario de Gobierno de Veracruz, durante el bienio de Miguel Ángel Yunes Linares, el exdirigente del PRD en la entidad enfrentó durante estos cuatro años seis procesos penales en los que se le acusaba de cometer los delitos de ultrajes a la autoridad, contra instituciones de seguridad pública, extorsión, abuso de autoridad, contra la administración de justicia, peculado equiparado, peculado, ejercicio indebido del servicio público, violencia familiar, lesiones y retención de menores.
De ninguno de ellos se pudo demostrar su culpabilidad.
“Hoy se hizo justicia, quedando anulada la última medida que restringía mi libertad absoluta. Ha llegado, por fin, el camino hacia la libertad”, fue el mensaje de Rogelio Franco una vez que se confirmó el fallo.
El de Rogelio Franco no fue el único caso en el que Cuitláhuac García demostró su insaciable sed de poder. Fue, quizá, el más emblemático, pues contra el exsecretario de Gobierno se cometieron todos los abusos que tenía la Fiscalía en su repertorio.
Su prolongada batalla legal confirmó, además, que el Poder Judicial del Estado atendía de manera puntual las consignas emitidas desde palacio de gobierno, pero dejó en claro que él nunca se rindió, que ante cada golpe que recibía con el poderoso puño del Estado, se supo levantar para seguir en la lucha por -quizá- el bien más preciado del ser humano: la libertad.
Una vez que se confirmó la última sentencia absolutoria, de inmediato se abordó un tema que es fundamental para acabar con la impunidad: el eventual castigo a los culpables de todos estos atropellos. Desde el mando jerárquico más alto (Cuitláhuac García) hasta los agentes que lo aprehendieron, los fiscales que le inventaron delitos y los jueces que aceptaron sin chistar las instrucciones para mantenerlo privado de la libertad.
“No soy un hombre de venganzas”, dijo en su momento José Manuel del Río Virgen cuando recuperó la libertad, luego de permanecer seis meses en prisión, por decisión del mismo Cuitláhuac García.
Habrá que ver si Rogelio Franco toma la misma ruta, o decide que se tiene que hacer justicia y se debe empezar por quienes abusaron de las instituciones.
Por este y por muchos otros casos (desaparición forzada, tortura y peculado, entre otros) el expediente contra Cuitláhuac García sería una joya en manos de un buen fiscal.
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Epílogo.
Contrario a lo que afirman nuestras autoridades, la violencia no cesa en Veracruz. El pasado lunes, en la colonia Maravillas de Martínez de la Torre, fue atacado a tiros el empresario citrícola Rubén Vargas Casillas. *** Cerca de las ocho de la noche del lunes, cuando salía de un gimnasio ubicado en la calle Coatzacoalcos, el empresario fue atacado a balazos. *** La víctima era originaria del estado de Colima y desde hace varios años llegó a Veracruz, donde fundó la empresa “Juciva Limes”, dedicada al cultivo, empacado y distribución de limón persa en el mercado nacional y de exportación. *** Ya no le pueden echar la culpa al “ambiente electoral”. Es tiempo de que las autoridades estatales den resultados, o renuncien.
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