Un capital que, bien dirigido, debe impulsar la investigación, la formación de nuevas generaciones y la extensión cultural y social. Pero que, mal encauzado, representa un jugoso botín para las ambiciones de quienes conciben a la universidad como caja chica y plataforma política.
Hoy es evidente que detrás de los ataques a Aguilar Sánchez se encuentran grupos ligados al viejo PRIAN. Ex rectores que durante 24 años mantuvieron cooptada a la institución, moldeándola a su conveniencia y en muchos casos utilizándola como moneda de cambio en el tablero político. A ellos se han sumado actores como José Francisco Yunes Zorrilla –quien se afirma estar detrás del movimiento- y toda una horda de rémoras que, incapaces de renovarse, buscan en la UV un espacio para seguir viviendo del erario, a costa del sacrificio de las y los veracruzanos.
Lo que se disputa no es el rumbo académico de la universidad, ni su vocación humanista y científica. El verdadero interés es apropiarse de la facultad de decidir cómo y en qué se invierten miles de millones de pesos. Fondos que deben destinarse a la nómina de académicos, al mejoramiento de la infraestructura, a investigación de alto nivel y a programas de extensión universitaria, pero que para ciertos personajes resultan más atractivos como mecanismo de clientelismo político.
Frente a este escenario, es importante no perder de vista que Aguilar Sánchez no pertenece a ese bloque de ex rectores ni a las redes PRIANistas que tanto daño han hecho a la UV.
Su llegada representó un respiro, un cambio de rumbo que devolvió a la institución la posibilidad de actuar con autonomía real, sin ser rehén de intereses partidistas.
La escalada del tema al plano nacional es la respuesta de los grupos que desesperados no han encontrado eco en sus manifestaciones, mismas que hasta ahora no alcanzan ni el centenar de manifestantes, pero que manejadas por ciertos actores han llegado a la portada de diarios nacionales y de los liderazgos de universidades públicas nacionales, que ahora salen según las fuentes del movimiento disidente a respaldar dicha charada.
El debate sobre la UV debe centrarse en su misión fundamental: formar profesionistas, generar conocimiento y aportar al desarrollo de Veracruz y del país. Convertir la rectoría en botín de facciones políticas es condenar a la universidad al retroceso. Lo que está en juego no es un nombramiento, sino el futuro de la educación pública superior en el estado.
Al tiempo.
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