Bajo su conducción, la universidad se convirtió en un feudo político, un semillero de clientelas y favores que respondían más a la lógica del poder que a la academia. Hoy, sin los privilegios de antaño, intentan minar la gestión de Aguilar con la complicidad de operadores políticos frustrados.
La ofensiva proviene también de personajes ligados al ex candidato priista José Francisco “Pepe” Yunes Zorrilla, quien tras su derrota electoral se ha replegado, pero no retirado.
Desde las sombras busca reconstruir su estructura con lo poco que queda de su influencia en instituciones públicas y universidades. Su objetivo es claro: recuperar espacios de poder que le permitan financiar su añorada resurrección política y mantener a flote al séquito de aduladores que vive del erario.
No es casual que los mismos grupos que han impulsado la narrativa contra el rector Aguilar sean los que encabezan también la campaña de desgaste contra la gobernadora Rocío Nahle García. Desde redes y medios afines, pretenden capitalizar el malestar por las recientes lluvias e inundaciones en el norte del estado, explotando la tragedia con fines políticos y buscando debilitar al gobierno estatal.
El riesgo mayor radica en que estos intereses políticos estén utilizando a jóvenes universitarios como carne de cañón. Por unos cuantos pesos o falsas promesas de “libertad”, los movilizan para generar caos, sabotear actos y pintar de rebelión lo que en realidad es manipulación. Esa práctica perversa no solo ensucia la imagen de la UV, sino que pone en entredicho el espíritu crítico y humanista que debe prevalecer en una institución pública.
La Universidad Veracruzana merece autonomía, no sometimiento. Y Martín Aguilar merece ser evaluado por su gestión académica, no por el capricho de quienes se resisten a perder el control de un botín que consideran propio.
Al tiempo.
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