Álamo es una ciudad asediada por la desgracia de un tiempo a la fecha. No solo enfrenta pérdidas agrícolas, de infraestructura urbana y de vidas por las recientes lluvias que la dejaron literalmente bajo el agua y el lodo: vive bajo el asedio de organizaciones criminales. Baste recordar el brutal asesinato de la maestra Irma Hernández hace unos meses, muerta luego de ser torturada y exhibida en un narcovideo por un grupo delincuencial por negarse a pagar “cuota” para manejar un taxi. Feminicidio que Rocío Nahle quiso disfrazar de “infarto”.
El asesinato de Vargas Arias se inscribe en esa misma lógica de violencia que asuela a todo del estado, pero en especial a la zona norte. Además de que también forma parte de una cadena de agresiones contra líderes productivos en el país. Como el del líder limonero Bernardo Bravo, asesinado apenas el lunes pasado en Michoacán luego de denunciar extorsiones en ese estado, también gobernado por Morena, pero en donde los que mandan son otros.
Sin embargo, el homicidio de Javier Vargas Arias escaló el nivel: fue cometido sin importar que estuviera ahí el ejército, ni que horas después arribarían la presidenta de la República, la gobernadora del estado y la autoridad municipal, en medio del repudio expreso de la población por la incompetencia e insensibilidad manifiesta.
¿Qué tipo de seguridad se garantiza a nadie si ni siquiera en presencia de la presidenta, la gobernadora y sus ostensibles aparatos de protección, se detiene la violencia? Y ya ni hablar de que, hasta el momento, ni el gobierno federal ni el estatal han emitido una postura sobre el asesinato. Como siempre, priva el silencio institucional. Más que como omisión, como complicidad.
El crimen desnuda la indefensión en la que sobrevive la población de ésta y otras regiones del estado de Veracruz y del país. La presencia del aparato del Estado y de los tres niveles de gobierno no basta ni sirve de nada si no hay voluntad de enfrentar las estructuras criminales que controlan territorios. Y eso nos lleva a que la reconstrucción no puede limitarse a entregar despensas, dádivas y levantar bardas: debe incluir garantías de vida, justicia, dignidad y paz para la población, porque a la devastación suele seguirla otra crecida: la de los índices delictivos.
Pero si en sus narices matan empresarios…
¿Debe irse Nahle?
Muy enojada –como ya parece ser natural- se mostró la gobernadora Rocío Nahle por las voces que tras la mala gestión de la emergencia por las lluvias –entre otras malas gestiones- comenzaron a pedir que se vaya y se le someta a la revocación de mandato.
En un video pródigo en descalificaciones contra críticos y “adversarios”, la mandataria enfatizó que fue elegida para gobernar Veracruz hasta 2030 –lo cual nos recuerda que no lleva ni un año en el cargo- y que está decidida a permanecer.
No le falta razón en eso último. Solo habría que recordarle que lo de la revocación de mandato fue una “ocurrencia” de su jefe político con la que intentó maniobrar y manipular para perpetuarse en el poder. Pero que para las demás autoridades es un arma de dos filos.
Ahora que si nos atenemos al “cariño” que le ha estado expresando la población del norte de Veracruz últimamente, pues…
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