Con el término de la administración de Javier Duarte en 2016, la inseguridad para los comunicólogos pasó de insoportable a simplemente altísima y la CEAPP siguió cumpliendo su función de atender y en lo posible proteger a reporteros y fotógrafos que seguían teniendo que arriesgar la vida para poder contarle a la gente y registrar en la memoria colectiva las historias de nuestra terrible realidad.
Tiempo después, el ligero descenso de la peligrosidad dio pábulo a que la CEAPP pudiera dedicarse también a otras necesidades de la prensa, y así muchos reporteros se vieron beneficiados -y lo siguen haciendo- con otro tipo de atenciones que si no son tan estruendosas como la protección de la vida, sí hacen mella en ciertas condiciones profesionales y cotidianas que mejoran sensiblemente las oportunidades para desarrollar su trabajo en condiciones más aceptables.
Cursos de capacitación, diplomados sobre temas de gran actualidad, apoyo en situaciones de enfermedad, seguimiento en algunos trámites, asesoría y apoyo jurídico son acciones que se enderezan en favor de los reporteros de a pie, ésos que cotidianamente hacen su labor con vocación y sacrificio, pero también con un fervor digno de uno de los mejores derechos del hombre, el de estar debidamente informado.
No pongo nombres para evitar olvidos injustos, pero quienes ahora están al frente de la Comisión -consejeros y funcionarios- han conseguido que se mantenga un nivel de atención a la altura de las crecientes necesidades de la prensa en el estado.
Hay CEAPP para rato, y lo pueden signar quienes han sido objeto de sus atenciones y su protección, que no son pocos.
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